En su último reporte sobre el tema, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) precisó que en septiembre las inundaciones disminuyeron en varias gobernaciones, en comparación con julio y agosto.
El pasado mes el 80 por ciento del país fue afectado por precipitaciones de hasta dos mil 500 milímetros, un 45 por ciento más que la reportada en igual lapso de 2021.
Hace tres semanas, OCHA alertó que esta nación árabe experimentó en 2022 “dos extremos climáticos, pasando de una severa sequía a intensas inundaciones”.
De enero a junio, Yemen sufrió sequías, a lo cual se sumó un aumento sin precedente de las temperaturas, que afectó a todas las regiones cultivadas del país, subrayó entonces.
En ese sentido, precisó que ese lapso fue el tercer período más seco en casi 40 años después de 2014 y 2000.
Esa situación provocó pérdidas de cultivos, estrés por calor y disponibilidad limitada de forraje para el ganado, lo cual afectó la seguridad alimentaria e incrementó el riesgo de enfermedades, desnutrición y, en casos extremos, muertes, lamentó OCHA.
Por el contrario, indicó, desde mediados de julio las lluvias torrenciales e inundaciones golpearon varias áreas de Yemen.
Las precipitaciones de ese mes fueron casi un 300 por ciento superiores a lo normal, resaltó.
Esta situación climática elevó la inseguridad alimentaria en un país donde hasta 19 millones padecen dificultades para encontrar alimentos, apuntó.
Más de 23 millones de yemenitas de un total de 31 millones necesitan asistencia humanitaria o protección, pero las agencias de la ONU sólo pueden proporcionar ayuda a 11,6 millones cada mes, lamentó.
La guerra comenzó en 2014, cuando los rebeldes hutíes se levantaron en armas y ocuparon grandes extensiones del país, incluida su capital, Saná.
Al año siguiente una coalición árabe, encabezada por Arabia Saudita, intervino en el conflicto en respaldo del entonces presidente Abd Rabbu Mansour Hadi.
ymr/rob