A principios de este mes, la primera ministra, Jacinda Ardern, presentó una ley para gravar los gases de efecto invernadero emitidos de forma natural por los seis millones de vacas y los 26 millones de ovejas.
Ardern aseguró que el impuesto era necesario para cumplir los objetivos climáticos y que incluso podía beneficiar a los granjeros si cobraban más por cumplir con estándares medioambientales.
En respuesta, miles de granjeros se reunieron con pancartas asegurando que la política «apesta» y advierten que este impuesto encarecerá los alimentos, según informó Radio New Zealand.
Los animales producen de forma natural óxido de nitrógeno y metano, y los científicos opinan que cerca de un 30 por ciento del aumento global de las temperaturas se debe a ese último.
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