“Nuestros corazones no pueden estar más que adoloridos con las tan frecuentes noticias y visuales del drama que viven nuestros hermanos y hermanas vecinos de la República Dominicana y Haití, que arriesgan sus vidas en su travesía hacia nuestras tierras”, expuso el jerarca católico.
En una carta pastoral el prelado manifestó que “el gemido que llega a Dios nos interpela a humanizar las leyes de inmigración: no más inmigrantes muertos, abandonados, engañados y traumatizados”.
Refirió que el martes de la semana pasada más de un centenar de seres humanos fueron abandonados a su suerte en la desierta Isla de Mona, entre la República y Puerto Rico.
Se trató de 104 personas, entre ellas 68 mujeres, de las cuales tres están embarazadas, ocho menores de edad, 39 hombres haitianos y dos dominicanos.
Recordó que el pasado 28 de julio, cinco mujeres haitianas perdieron sus vidas mientras viajaban en una embarcación cercana al islote Desecheo, en el occidente de Puerto Rico, mientras que el 12 de mayo también fallecieron otras 11 mujeres haitianas en situaciones similares.
“Estos hermanos y hermanas dominicanos y haitianos son primeramente víctimas de organizaciones criminales y contrabandistas que se dedican a exponer vidas humanas en viajes peligrosos y embarcaciones inadecuadas y sobrecargadas”, apuntó González Nieves.
El arzobispo metropolitano de San Juan subrayó que, en algunas ocasiones, los contrabandistas lanzan a personas al agua, en otras los abandonan en la Isla de Mona o los lanzan al mar ya cercanos a nuestras playas.
Se trata, dijo, por encima de todo de víctimas de injusticias sociales que se suelen experimentar en países pobres y con poco desarrollo.
En Haití se es víctima de enormes desigualdades, pobreza, corrupción, y de la falta de paz, de estabilidad gubernamental, inseguridad y tráfico de inmigrantes que son males que originan otros grandes males, que golpean a muchos gobiernos del mundo, incluyendo al de Puerto Rico.
González Nieves resaltó que en la arquidiócesis de San Juan contamos con un grupo de sacerdotes haitianos, padres Olin Pierre, Jean Rolex, Jocelyn Antoine y Patrick Celestin, y boricuas que “acogen a estos hermanos y hermanas para garantizarles sus derechos a una vida digna”.
Destacó que, junto a la labor en Puerto Rico del líder haitiano Leonardo Profil, “todos ellos reflejan el rostro fraterno y solidarizaría de Cristo”, al tiempo que invitó al pueblo puertorriqueño “a solidarizarse con estos inmigrantes sin estatus migratorio regular”.
Afirmó que la iglesia Católica debe estar siempre atenta a ellos para darles de comer, insistir para se les trate caritativa y justamente, velar por su salud y bienestar.
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