Criticas al poder judicial, énfasis en reformas financieras y la necesidad de beneficiarse de sus recursos naturales marcaron el discurso de despedida del jefe de Estado, al abandonar ayer el Palacio Presidencial de Baabda.
Antes de trasladarse a su residencia en Rabieh, el mandatario libanés activó la polémica en relación con el gabinete ministerial y sus limitados poderes para asumir responsabilidades en el período de vacancia.
El presidente envió al Parlamento una carta de acuerdo a sus facultades constitucionales en la que firmó un decreto de renuncia del gobierno ante la falta de voluntad para la integración desde la reelección de Najib Miqati como primer ministro en junio pasado.
Del lado contrario y en respuesta, Miqati reiteró al órgano legislativo el compromiso con sus deberes constitucionales, incluida la realización de negocios, a menos que el Parlamento tenga una opinión contraria al considerar sin valor el decreto de dimisión.
Líbano despide a su presidente número 13 después de la independencia y mañana entrará en el tercer vacío presidencial, junto a la ausencia de un gobierno real por primera vez desde la adopción del Acuerdo de Taif a fines de los años 90 del siglo pasado.
Tras cuatro sesiones parlamentarias fracasadas, ningún candidato recibió la mayoría de 65 diputados y, por tanto, el titular del órgano, Nabih Berri, iniciará consultas con los bloques para intentar persuadir y lograr el consenso requerido.
Desde el primer mandatario de la República, Bechara El Khoury (1943-1952), Líbano enfrentó vacíos constitucionales en los períodos de 1989, 2007-2008 y 2014-2016, además del asesinato de dos presidentes: Bachir Gemayel (1982) y Rene Moauad (1991).
El camino a la vacancia presidencial amenaza con profundizar la crisis político-social en la nación de los cedros, que arrastra en el presente a cuatro de cada cinco ciudadanos a la pobreza.
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