Durante casi tres horas en Bali, Indonesia, Xi Jinping y Joe Biden volvieron a analizar con profundidad cuestiones sensibles en lo bilateral y también aquellas de interés común de la agenda global, como el conflicto Rusia-Ucrania, la crisis económica y la desnuclearización de la península coreana.
Nuevamente el tema de Taiwán fue parte del plato fuerte del encuentro, Xi reiteró que las tensiones al respecto continúan por al afán de las autoridades de Taipéi de buscar la independencia con apoyo de Washington y también a la intención de algunos norteamericanos de usarlo para contener a China.
“Resolver la cuestión de Taiwán es un asunto interno de China y los chinos (…) Cualquiera que trate de separar a Taiwán de China estaría violando los intereses fundamentales de la nación; el pueblo chino no permitirá nunca que eso suceda”, advirtió, al enfatizar en que la isla es parte inalienable del país.
Sobre los derechos humanos, libertad y democracia, el dignatario chino dijo que son aspiraciones comunes de la humanidad, pero cada Estado tiene su propio estilo y los aborda según las condiciones nacionales, historia y cultura.
No obstante, manifestó disposición a dialogar sobre las diferencias al respecto, abogó por la coexistencia pacífica y, al mismo tiempo, se opuso a resumirlo todo a la narrativa de contraponer “la democracia al autoritarismo”.
Xi insistió en el respeto al modelo escogido por China para fomentar el desarrollo y su apego al socialismo, consideró que las discordias persistirán, pero no deben obstaculizar las relaciones bilaterales, y rechazó el acoso y la politización de los asuntos económico-comerciales.
Entre otros puntos, remarcó las responsabilidades de Beijing y Washington ante los desafíos globales, planteó ampliar los encuentros a distintos niveles sobre la base del respeto, la cooperación beneficiosa y evitar, por sobre todas las cosas, que las discrepancias en áreas sensibles se salgan de control.
En tanto, Biden dijo a la prensa que en el encuentro planteó objeción a las “acciones crecientes, agresivas y coercitivas” de China hacia Taiwán, y se refirió a la situación de derechos humanos en Xinjiang, Tíbet y Hong Kong.
Informó sobre la decisión de trabajar en conjunto en terrenos como el enfrentamiento al cambio climático, seguridad alimentaria y salud, mencionó la importancia de desarrollar buenas relaciones tanto en lo bilateral como mundial y también aseguró que Estados Unidos no desea otra Guerra Fría.
El mandatario prometió no promover un cambio en el sistema de China, también habló sobre la responsabilidad de los dos países de resolver las tensiones e identificar las áreas donde puedan cooperar.
Este encuentro tuvo lugar en el contexto de la cumbre del G-20 en Bali, ocurrió justo a un año de la primera vídeoconferencia entre Xi y Biden, y el camino hasta aquí lo allanaron varias telefónicas de ellos y algunos de los principales funcionarios de sus gobiernos.
La cita fue foco de atención porque acontece mientras persisten las fricciones entre China y Estados Unidos en diferentes frentes y con mayor intensidad en el terreno comercial, tecnológico y por los contactos oficiales de Washington con Taiwán.
Sin embargo, no despertó grandes expectativas sobre posibles acuerdos ni tampoco arrojó un pronunciamiento conjunto, lo cual apunta a que de momento no hay un final a la vista a casi cinco años de peligrosos desencuentros.
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