En entrevista exclusiva con Prensa Latina el también profesor titular del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI) de la Universidad de La Habana, indicó que se trata de un proceso inconcluso.
Ni siquiera se puede precisar cuáles serán las condiciones ni la forma del posible sistema a emerger ante las grandes crisis y desafíos actuales, subrayó.
Es un momento de cambios y transformaciones, reiteró, mas no de transición, porque eso supondría conocer hacia qué sistema se dirige el mundo, una de las cuestiones más difíciles de precisar, sobre todo después de una confrontación acentuada a partir de 2022, reflexionó Fernández.
Algunos piensan, continuó, que todo empezó con la pandemia por su trascendencia y costos, pero en realidad esta solo agravó las problemáticas económicas y sociales existentes en el orbe. Se olvida que la actualidad está marcada por el cambio climático, cuyo estallido comenzó con la acumulación de las contradicciones endógenas del capitalismo, unido a crisis económicas de gran significación, como la ocurrida entre 2007-2009, de la cual aún no se perciben soluciones, recordó.
En ese contexto, Estados Unidos aplicó modificaciones importantes en la estrategia de política económica encaminada –desde su perspectiva- a revertir esas crisis, pero ello trajo consigo un impacto a nivel global, precisó el experto.
Son aspectos que muestran una relativa declinación de la hegemonía estadounidense y un resquebrajamiento de su sistema de dominación mundial, añadió.
Ejemplificó que la ascensión de Donald Trump a la presidencia (2017-2021) y la continuidad de las políticas agresivas mantenidas por la actual administración, revelan el agotamiento del patrón de acumulación iniciado en la década de los 80 del pasado siglo, “la revolución o contrarrevolución conservadora”.
Se trata de un ajuste en el pensamiento liberal iniciado por Estados Unidos con la II Guerra Mundial, acotó el investigador.
La liberalización de las cuentas de capital, el incremento de la especulación financiera o de acuerdos de libre comercio comenzó a tener repercusiones socioeconómicas dentro de la sociedad estadounidense.
Estos factores permitieron el ascenso de fuerzas conservadores con rasgos nacionalistas tipificados en Trump, y aunque la administración demócrata del actual presidente, Joe Biden, expresa un discurso distinto, mantiene las tendencias proteccionistas fundamentales.
Entre estas podemos citar el apoyo a la industria interna, el financiamiento a la infraestructura o fabricación de microprocesadores de alta tecnología, considerados algunos como de seguridad nacional, indicó el experto.
Ello apunta a cambiar la configuración de la economía estadounidense con respecto al mundo -desde su perspectiva económica y de seguridad nacional-, pues la elite política considera un desafío el ascenso de otras potencias.
Por tanto, encamina su estrategia hacia una política de fuerza, con énfasis en instrumentos económicos de poder para contrarrestrar ese proceso, destacó.
Pese a los cambios actuales, amplió Fernández, el neoliberalismo y la globalización no se acaban, pero se reconfiguran, se ajustan a las nuevas condiciones y objetivos estratégicos, políticos y económicos de la clase política y oligarquía financiera, para intentar recuperar el terreno perdido.
Estados Unidos aún es la única superpotencia económica, política, cultural y simbólica pese a los deterioros registrados. El dólar es la principal moneda del mundo -con 59 por ciento de las reservas en bancos mundiales-, pero se observan otras propuestas y sistemas que intentan escapar a esa hegemonía.
Estamos en el medio de la peor confrontación vivida por la humanidad en las últimas décadas, expresada en una guerra económica, política y militar.
CONFLICTO EN UCRANIA
El conflicto en Ucrania tiene enormes consecuencias para la reconfiguración de ese nuevo orden internacional. Un papel protagónico es la confrontación de fuerzas que se resisten a aceptar la dominación y hegemonía de Estados Unidos, como son China, Rusia y otros países con una visión de mantener su independencia y soberanía.
Ese conflicto bélico no abarca solamente los costos en vida y daños materiales, sino que es más extensa.
Los flujos de armamento y financiamientos pertenecen a la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) y los aliados occidentales liderados por Estados Unidos, pero llegará el momento en que no se podrá distinguir quiénes están en la disputa, precisó.
Con todos empeñados en esa guerra como una cuestión de vida o muerte, se puede pensar en una guerra mundial, reflexionó el doctor en ciencias económicas.
Ese es el gran riesgo, Rusia es una gran potencia militar con un poderío sin emplear.
La guerra no es solo militar en Ucrania, la guerra es económica con Rusia, principalmente, pero también con China con quien Estados Unidos comenzó una confrontación comercial y cuyas medidas van en ascenso.
ALGUNAS VISIONES SOBRE EL TABLERO INTERNACIONAL
Algunos analistas pronostican, desde hace años, que el mundo se encamina a un bipolarismo al asumir la existencia de más polos, otros pronostican un cambio de hegemonía de Estados Unidos por China e incluso una alianza de dos bloques perfectamente configurados.
Una versión distinta del bipolarismo existente en tiempos de la antigua Unión Soviética, pero en realidad en las condiciones actuales de tecnología, un elemento principal, no es lo más probable, sino más complejo.
Por eso, el investigador insiste en la incertidumbre, en no pretender definir cómo será el mundo. Una aproximación plausible sería decir que la hegemonía occidental se mueve hacia un creciente multilateralismo, pero con importantes asimetrías en el sentido de diferente poder.
Ejemplificó que el Brics no es un bloque como sistema, sino que se plantea condiciones de respetar a su papel creciente en las relaciones políticas internacionales y quieren hacerlo valer a partir de esas alianzas.
¿DECLIVE HEGEMÓNICO DE ESTADOS UNIDOS?
En opinión del estudioso la relativa declinación de la hegemonía de Estados Unidos en las relaciones internacionales con respecto al ascenso de otras no es absoluta, porque pese a las contradicciones cada año es más poderoso.
Una idea firme en la clase dominante de Estados Unidos -con segmentaciones y distintas tendencias políticas- es actuar para contrarrestar esos desafíos, principalmente el que representa China, por el ascenso económico, político, tecnológico y militar.
En la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos y los centros de pensamiento, profundizó, existe la concepción de que el gigante asiático pretende un nuevo orden y que el eje fundamental del centro del sistema económico en occidente se mueve, hace rato, hacia el oriente.
Pero en medio del conflicto bélico no acaban de asentarse qué fuerzas puedan establecer, por ejemplo, un nuevo sistema monetario financiero internacional, aunque algunos países intentan realizar pagos en sus monedas, y mecanismos alternativos para socavar la hegemonía del dólar.
Antes, el cumplimiento de las transacciones era sagrado, mas en las condiciones actuales es diferente con el ascenso de la visión neoconservadora de la geoeconomía, que supone la utilización de los instrumentos económicos con fines políticos en la competencia por la primacía mundial.
¿Qué hace? Sencillamente utiliza la nueva tecnología, la globalización, para golpear otras economías cuyos efectos adquieren una dimensión superior cualitativamente distinta, cuando antiguamente era impensable aplicar esas medidas contra Venezuela o Rusia.
Ante las contradicciones económicas endógenas del capitalismo, los conflictos por la hegemonía, y la guerra económica y política, se puede pensar que vivimos un momento histórico de cambios trascendentales del cual no sabemos exactamente qué sistema surgirá.
La situación es meramente dramática, cuya solución es muy difícil, porque todos los factores implicados afectan la economía, la sociedad en distintos grados, de acuerdo con las condiciones económicas y de recursos de los países y de la autosuficiencia que pueden tener.
Hay un quiebre, una ruptura de los sistemas, lo cual gravita y afecta negativamente a la economía mundial, desestabiliza el clima y las condiciones para las relaciones políticas e internacionales, cuya situación verdaderamente evidencia su disfuncionalidad, concluyó.
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