Su anfitrión, Joe Biden, lo recibió la víspera en la Casa Blanca, y entre sonrisas de ocasión y apretones de mano sellaron esta alianza que, en materia de suministros de armas conducen a una escalada del conflicto, como declaró el portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov.
«Creo… que compartimos exactamente la misma visión, y que una Ucrania libre, independiente, próspera y segura es la visión; ambos queremos que esta guerra termine», dijo Biden a los periodistas en la Sala Este de la Casa Blanca.
Luego Zelensky derrochó toda su retórica antirrusa en un Congreso que lo aplaudió y le ratificó lo que ya le había planteado su mentor.
Este es su primer viaje al exterior desde el comienzo de la operación especial de Rusia en Ucrania hace 10 meses y durante su reunión con Biden en el Despacho Oval sostuvieron “largas conversaciones” sobre el camino a seguir, destacaron medios locales.
El mandatario ucraniano se llevó a casa la confirmación del Gobierno de Biden acerca del envío de casi dos mil millones de dólares en ayuda adicional, incluido un nuevo y complejo sistema de defensa antiaérea (los misiles de largo alcance Patriot).
Cuando ambos se dirigieron a los periodistas al inicio de la rueda de prensa celebrada ayer, Biden transmitió que le parecía «especialmente significativo» hablar con Zelensky en persona y «mirarse a los ojos».
El presidente estadounidense dialgó por primera vez de la posibilidad de que su par ucraniano visitara Washington durante una llamada telefónica el 11 de diciembre.
A propósito de la visita, la presidenta del Consejo de la Federación (Senado ruso), Valentina Matvienko, advirtió que descartaba como tema de las conversaciones las negociaciones de paz con Rusia.
“Se discutirán sobre nuevos suministros de armas, un presupuesto creciente para el apoyo militar a Ucrania. Creo que montarán un espectáculo con una actuación, luego le darán palmaditas en el hombro, le darán una mochila en los hombros y lo enviarán de regreso a la guerra. Lo más probable es que la visita terminará solo con esto”, enfatizó.
El pasado 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, dio la orden de la operación militar especial con el objetivo de desmilitarizar y desnazificar Ucrania y terminar con el genocidio contra los habitantes del Donbass.
Las acciones ocurrieron tras recibir antes una petición de ayuda de los líderes de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, reconocidas por Moscú. Casi a un año de aquel momento -y en este tiempo-, Rusia alertó que los continuos suministros bélicos a la nación del este europeo no llevarán a la paz.
Algunos funcionarios estadounidenses afirman que Biden ha dejado muy claro que seguirán adelante en el apoyo a Ucrania en los frentes militar, económico, energético y humanitario, aunque dicen no querer entrar en una guerra directa con Rusia.
Sin embargo, la negativa de Estados Unidos a reconocer los legítimos intereses de seguridad de Rusia en Ucrania y negociar el fin de esta guerra prolonga el conflicto y el sufrimiento humano, opinió la revista The American Conservative.
Un artículo de la publicación, firmado por coronel retirado Douglas Macgregor, asesor del Secretario de Defensa en la administración de Donald Trump (2017-2021), advirtió que dentro de la administración de Joe Biden crecen las preocupaciones sobre el actual escenario.
Recordó Macgregor que en una entrevista publicada en The Economist, el jefe de las fuerzas armadas ucranianas, el general Valery Zaluzhny, admitió que la movilización y las tácticas rusas están funcionando, pero rechazó cualquier idea de un acuerdo negociado y en su lugar abogó por más equipamiento y apoyo.
Subrayó el autor que el alto oficial ucraniano insistió en que, con 300 nuevos tanques, entre 600 y 700 nuevos vehículos de combate de infantería y 500 nuevos obuses podría ganar la guerra a Rusia.
Pero, a decir verdad -puntualizó-, el general Zaluzhny no está pidiendo ayuda, está pidiendo un nuevo ejército y ahí reside el mayor peligro para Washington y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
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