Ocurrió la noche del 10 de abril de 2015 en el hotel Paitilla, de Ciudad Panamá, donde se alojaban los periodistas cubanos que cubrían la reunión presidencial, la primera vez que Cuba participó en un encuentro de ese tipo auspiciado desde 1994 por la Organización de Estados Americanos (OEA).
Días antes, la celebración de un Foro Social previo a la cita de mandatarios estuvo marcada por el rechazo de los representantes de las organizaciones sociales de Cuba a maniobras impulsadas por la OEA por incluir a elementos contrarrevolucionarios cubanos en los debates.
Entre éstos había algunos mercenarios con estrechos vínculos con Luis Posada Carriles, autor confeso de la voladura de un avión comercial cubano en 1976, y de otros numerosos atentados dentro y fuera de Cuba.
Tras aquella intensa actividad y de la jornada inaugural de la Cumbre, llegó la llamada telefónica y, al otro día, a la hora señalada, me encontré con varios periodistas cubanos también convocados para lo que hasta ese momento desconocíamos.
Se trataba de la cobertura del primer encuentro entre presidentes de Cuba y Estados Unidos en más de 50 años, protagonizado por Raúl Castro y Barack Obama, quienes cuatro meses antes (el 17 de diciembre) habían anunciado el inicio de un proceso para el restablecimiento de relaciones diplomáticas, rotas por Washington en enero de 1961.
Sólo un pequeño grupo de enviados especiales de Cuba y Estados Unidos entraron al Salón Chaquira del Centro de Convenciones Atlapa para ser testigos excepcionales del primer apretón de manos entre gobernantes de Cuba y Estados Unidos en más de medio siglo.
Allí, el jefe de Estado cubano destacó ante los periodistas la coincidencia de opinión con Obama en cuanto a la necesidad de discutir todo con relación a la isla y también al país norteamericano. “Todo se puede discutir si se hace con respeto a las ideas de la otra parte, incluyendo las cuestiones en que se discrepa”, insistió.
Al mismo tiempo, reconoció la existencia de muchas diferencias en la complicada historia entre los dos países vecinos, “pero -dijo- estamos dispuestos a avanzar”.
Por su parte, Obama también recordó la complejidad de los vínculos entre Cuba y Estados Unidos durante varias décadas, pero subrayó que “después de 50 años en que no habíamos cambiado la política, había que intentar algo nuevo” y agradeció a Raúl Castro “el espíritu de apertura demostrado hacia nosotros”.
En la delegación norteamericana estaba Susan Rice, asesora de Seguridad Nacional de Estados Unidos, quien bastante trabajo dio en Naciones Unidas cuando ella era Representante Permanente de su país y yo Corresponsal de Prensa Latina ante esa organización mundial.
Aquella experiencia única vivida en Panamá se repitió cinco meses después en la sede de la ONU en Nueva York, al cubrir el segundo encuentro entre Raúl Castro y Obama, quienes encabezaron las delegaciones de sus respectivos países a la 70 sesión de la Asamblea General.
En esa ocasión, los gobernantes no hablaron con los periodistas que cubrieron esa reunión, pero, según el canciller cubano, Bruno Rodríguez, el mandatario de Cuba reiteró al de Estados Unidos su voluntad de trabajar para construir un nuevo tipo de relaciones entre los dos países.
Y, además, le ratificó que para que haya vínculos normales debe ser levantado el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington contra Cuba desde hace más de medio siglo.
Durante una visita histórica a La Habana en marzo de 2016, el mandatario estadounidense volvió a reunirse con el presidente cubano para impulsar el proceso de normalización de las relaciones bilaterales, iniciado a finales de 2014.
Pero, la historia posterior a la salida de Obama de la Casa Blanca y la llegada de Donald Trump, derrumbó las grandes esperanzas y avances consumados en aquellos encuentros únicos de Panamá, Nueva York y La Habana.
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