Válidas a partir de las elecciones de 2022, cuando serán votados presidente, gobernadores, senadores y diputados, las nuevas normas incluyen la redistribución de los recursos del Fondo Especial de Campaña y del tiempo de propaganda electoral gratuita en la radio y televisión.
Seis de siete ministros del TSE consideraron que debía respetarse la norma de la Constitución, la cual exige un preaviso de al menos un año para los cambios en el proceso electoral.
El presidente del tribunal, Luis Roberto Barroso, afirmó que la decisión pone a la Justicia Electoral en el camino de la lucha contra el racismo.
«Hay momentos en la vida en los que todos necesitan elegir de qué lado de la historia quieren estar. Hoy el Tribunal Superior Electoral expresó que estamos del lado de los que luchan contra el racismo, de quienes quieren escribir la historia de Brasil con tintas de todos los colores», apuntó.
Con retraso, pero no demasiado tarde, estamos empujando la historia de Brasil hacia la justicia racial, remarcó.
En su voto, Barroso señaló datos de las elecciones de 2018 que ejemplifican la desventaja de los candidatos negros.
Aunque eran un 47,6 por ciento del total de pretendientes, solo un 27,9 por ciento de los elegidos eran negros.
Citó un estudio de la Fundación Getulio Vargas sobre la última elección de la Cámara de Diputados que mostraba que las mujeres blancas eran un 18,1 por cientos de los candidatos y recibían financiación proporcional de los partidos (un 18,1 por ciento de los recursos). Las negras fueron un 12,9 por ciento de los abanderados y solo hubo una entrega del 6,7 por ciento.
De acuerdo con la investigación, los hombres negros constituían un 26 por ciento de los aspirantes y tomaban un 16,6 por ciento de los recursos distribuidos por los partidos.
Sin embargo, a los postulantes blancos, que eran un 43,1 por ciento, se les asignó el 58,5 por ciento del dinero de campaña de las organizaciones políticas.
Recientemente, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva denunció que el racismo es estructural y está arraigado en la élite de Brasil.
Pese a que pasaron 132 años de la abolición de la esclavitud, el gigante suramericano enfrenta varios retos respecto a cuestiones sociales y raciales con repercusiones aún en la sociedad.
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