Desde el 2015, cada segundo lunes del mes de febrero se conmemora el Día Internacional de la Epilepsia, proclamado por la Oficina Internacional para la Epilepsia y la Liga Internacional contra la Epilepsia para crear conciencia sobre este padecimiento y su impacto en las personas, familias y comunidades de todo el planeta.
Este año la jornada se centra en el estigma al que se enfrentan quienes viven con esta enfermedad cerebral no transmisible crónica que afecta a personas de todas las edades e impacta en casi todos los aspectos de la vida.
Se caracteriza por convulsiones recurrentes, que son episodios breves de movimiento involuntario que pueden involucrar una parte del cuerpo (parcial) o todo el cuerpo (generalizado) y en ocasiones se acompañan de pérdida de conciencia y control de la función intestinal o vesical.
Las personas con epilepsia suelen tener más problemas físicos (como fracturas y hematomas a causa de traumatismos relacionados con las convulsiones) y tasas más altas de trastornos psicosociales, entre ellos ansiedad y depresión.
Asimismo, el riesgo de muerte prematura en las personas epilépticas es hasta tres veces mayor que en la población general.
Informes especializados muestran que cerca del 80 por ciento de estos pacientes viven en países de ingresos bajos y medianos, y no reciben el tratamiento que necesitan.
Además, estiman que el 70 por ciento de los epilépticos podrían vivir sin convulsiones si se diagnosticaran y trataran adecuadamente.
De acuerdo con los expertos, es posible prevenir una gran parte de las causas de defunción relacionadas con la epilepsia, como caídas, ahogamientos, quemaduras y convulsiones prolongadas.
Según los especialistas, la discriminación y el estigma de la epilepsia pueden adoptar muchas formas e influir negativamente en la cotidianidad de quienes la padecen, como por ejemplo, la exclusión de actividades o eventos sociales, o ser descartados para determinadas funciones o empleos.
La intención de las organizaciones que cada año se suman a esta conmemoración, es la de propiciar una mejor calidad de vida a las personas que padecen epilepsia.
En este contexto, piden mejores políticas públicas, adecuados servicios de salud y una mayor inversión en materia de investigación para lograr desarrollar nuevos tratamientos que sean más efectivos.
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