Si bien la creación local cambió de manera profunda con la ocupación romana —al punto de que varias formas del arte de la región entre el siglo I a. n. e y la Era Cristiana se denominan galorromanas—, el impacto del conquistador no borró la expresividad ni el aporte autóctonos.
Cuando las huestes del procónsul dominaron el territorio de la actual Europa Occidental (desde el Mediterráneo hasta el canal de la Mancha), por allá por la década del 50 antes de la Era Común, el mundo celta, del cual se desarrolló la civilización gala, ya era prolífico en la producción de armamento, armaduras, joyería, cerámica y otros artefactos.
Un ejemplo de la mezcla de culturas es el guerrero de Saint-Maur, una curiosa estatuilla metálica descubierta por casualidad en 1983, muy cerca de la ciudad de Beauvais, en la norteña región de Alta Francia. Aunque el momento de su elaboración resulta difícil de establecer, los estudiosos lo atribuyen al siglo I d. C., en buena medida por el empleo del latón, una aleación de cobre y zinc introducida por los romanos en forma de monedas.
La figura, de unos 50 centímetros y que carece de piernas en su estado de conservación, pudo significar una ofrenda o incluso a la personificación de un dios, posiblemente nunca lo sabremos, pero sí parece muy claro que combina ambas culturas.
Antes de entrar en contacto con la civilización romana, los galos jamás representaron a sus deidades con aspecto humano, pero los conquistadores bajo ningún concepto hubiesen diseñado un dios con armamento celta.
La obra, de un inmenso valor patrimonial y exhibida en el Museo Departamental de Oise, consiste en un conjunto de 22 láminas de latón elaboradas mediante martillado en frío y soldadas entre sí con estaño, las cuales fueron ensambladas durante la restauración, mientras que los ojos son dos placas de plata, en cuyo centro se fijó el iris de pasta de vidrio (desaparecidos).
Respecto a sus rasgos, tiene barba y bigote, el cuello adornado por un torque (collar distintivo de la nobleza y las deidades galas), y su cabeza es desproporcionada, dando fuerza a la tesis de quienes defienden que se trata de una deidad.
Todo un enigma con su armadura, su escudo y la espada que alguna vez, hace cientos de años, esgrimió. De cualquier manera, una pieza única.
(Tomado de Cuartya Pared, Suplemento Cultural de Orbe)