Empresarios de los cinco continentes son aficionados a dicho producto de lujo que comparten con coches, relojes, bebidas y joyas, y tal como beber buen vino en Francia es fumar buen puro en esta isla, donde acuden unas 200 personas de 110 países.
Esa distinción llega desde hace mucho, pues tanto profesionales como aficionados consideran a los habanos los mejores del mundo y ello contra viento y marea, hasta tal punto que en plena Covid-19 se apreció por las autoridades tabacaleras un auge en el consumo del tabaco cubano.
Por tanto, al margen de problemas financieros, logísticos y materiales de cualquier tipo un Cubano es un puro que hay que fumarlo tan siquiera una vez en la vida, y aquí, dicen asistentes.
Esos deseos y gustos se reforzaron desde 1994 cuando de manera preliminar en la isla se organizaron las cenas de habanos de conjunto con bebidas y otros productos, como ocurrió en el restaurante periférico Las Ruinas, en ese año, de la mano de recetas de langosta del entonces chef estrella, ya fallecido, Gilberto Smith.
Sin embargo, en 1995 otro aporte lo impuso la iniciativa de las autoridades tabacaleras cubanas de entregar el Premio Hombre Habano del Año, que después se transformaría, hasta hoy, en Premio Habano del Año debido a que se incorporaron a los galardonados muchas mujeres.
Y para 1999 se deparó el comienzo de lo que es hoy el Festival del Habano, la convocatoria más importante de marketing tabacalero del mucho, por encima incluso de la que ocurre en Las Vegas, Estados Unidos, debido a que allí no pueden exhibir a los productos de esta isla, precisamente por trabas del gobierno norteamericano.
El caso es que las citas de La Habana, que en un inicio eran en septiembre, y ahora son a fines de febrero, representan mucho para los fumadores, para poder comprar, degustar y elegir este tipo de producto en su patria de origen, y de paso tratar de comprender de mejor manera a la isla, su cultura, música y vida.
oda/rfc