A muchos nos sacudió el piso con su palabra natural, su sinceridad a prueba de balas -para los enemigos, demasiado incómoda-, su fuerza, la poesía y la canción, que sorprendían entre su gracejo costumbrista y sus citas, lo mismo de Galeano, Gramsci, que de un llanero venezolano. Y nos renovó las esperanzas.
A su nación maltrecha le fue arriba con ganas y un fardo gigante de ideas y proyectos que no se acomodaban dentro de ninguno de los marcos anteriores -bebió de muchas fuentes-, por lo que a todo aquello lo llamó Socialismo del siglo XXI, mientras a la Venezuela la apedilló Bolivariana, para dejar claro cuál sería el rumbo.
Nunca antes anduvo más orgulloso de su estirpe mestiza, negra e indígena el pueblo venezolano, a cuyo bienestar y felicidad dedicó hasta los últimos minutos de su intensa vida.
Pero no le bastó con echar adelante a su nación y puso su empeño en la edificación de la Patria Grande con hechos concretos como la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, Unasur, Petrocaribe, Telesur, entre otras tantas iniciativas que impulsó para bien de toda la región.
Las estrategias emancipadoras de Chávez chocaron, como era de esperar, con los designios imperiales de Washington, por lo que su Gobierno y persona se convirtieron en blanco constante de la política exterior estadounidense, lo cual aceptó con orgullo, respondiendo con más antiimperialismo y latinoamericanismo que antes.
Como lo llamó el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, Chávez fue el mejor amigo de Cuba, pero no solo de esta isla que tanto amó y defendió, sino de toda Nuestra América, como la llamó el Héroe Nacional José Martí.
Hace 10 años se nos fue en medio del dolor de los más humildes y de los pueblos del continente. Nunca antes tuvieron estas tierras un amigo como él, de cuyos sueños queda mucho por hacer. Aún está fresca la siembra, ojalá germine. Mucha falta nos hacen nuevos asideros.
ro/mml