Informes de la propia entidad señalan que se trata del banco más grande en desplomarse en los Estados Unidos desde la crisis financiera de 2008, y su caída el 8 del mes en curso provocó fundados temores de un nuevo colapso en cadena.
De ahí que para evitar el efecto contagio el resto de la industria bancaria trabaja con fuerza. Así fue como se anunció que todos los depositantes podrían retirar su dinero y, al mismo tiempo, informaron del cierre de un segundo banco, el Signature.
En apenas tres días, dos bancos cayeron en picada y se vieron obligados a poner fin a sus operaciones, tal y como lo relata la BBC de Londres.
Por demás, el presidente estadounidense, Joe Biden, aseguró que el sistema financiero de la nación está a salvo, reafirmando el intento por proyectar calma luego de que el rápido y sorprendente colapso de las entidades bancarias generara temores de una crisis más extensa.
Sin embargo, en realidad la afirmación de Biden careció de tranquilidad para los operadores de bolsa y los directivos de las principales empresas globales.
Uno de los expertos norteamericanos, Andrew Smithers (autor de múltiples libros sobre economía y finanzas), señaló que existe un riesgo muy alto de que se produzca una caída importante en el mercado de valores capaz de provocar otra crisis general.
Expertos sostienen que Washington intenta blindarse para evitar la ira pública provocada por los rescates financieros de Wall Street de 2008, pagados por los contribuyentes.
Las alarmas saltaron a inicios de marzo, cuando las autoridades del Silicon Valley Bank (SVB), el número 16 por tamaño de todo Estados Unidos, anunciaron que necesitaban recaudar dos mil 250 millones de dólares para cubrir pérdidas.
Esto generó el pánico de sus clientes, quienes a finales del día siguiente sacaron hasta 42 mil millones de sus depósitos, dejando a la entidad en una situación insostenible.
Los reguladores estadounidenses no tuvieron más remedio que cerrar el banco y tomar el control de los depósitos.
Intentando evitar que se produjera una crisis de confianza en el sistema bancario, entonces la Reserva Federal (Fed) estadounidense, que ejerce de banco central del país, anunció que garantizara todos los depósitos.
SVB apareció en 1983 en Santa Clara, California, y experimentó una rápida expansión en la más reciente década. Sus principales clientes, como su nombre lo indica, son empresas de tecnología asentadas en la costa oeste de Norteamérica. De facto, resultó un prestamista crucial para muchas compañías emergentes, conocidas como Start-up.
Ese banco era socio de casi la mitad de las empresas de tecnología y atención médica respaldadas por firmas estadounidenses que cotizaron en los mercados de valores el año pasado. El banco contaba con ocho mil 500 empleados en todo el mundo, aunque la mayoría de sus operaciones estaban en los Estados Unidos.
La primera filial que abrió fuera del país fue en el Reino Unido que, tras el colapso, fue comprada por el gigante HSBC por el precio simbólico de una libra por acción (1,21 dólares).
Esta fue la ruta del SVB para llegar el 8 de marzo a dicha situación. La entidad quedó en manos de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC), una agencia federal independiente que se creó tras el crash bancario de 1929. Esto no solo afecta a Silicon Valley Bank sino también a otra entidad más pequeña, Signature Bank, con sede en Nueva York.
Por tanto, ahora solo resta esperar y observar el transcurso de este clímax financiero, nuevamente en los Estados Unidos.
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