El concepto fue formulado por el propio Diderot en su Discurso sobre la poesía dramática (1758) cuando propuso la idea de que un muro virtual debía separar a los actores del público. Para ello debemos ubicar las tres paredes en el escenario, y la cuarta, invisible, frente al auditórium.
Esta tapia imaginaria permite al espectador -en cualquier lugar sobre la grada- observar la realidad en primera persona, sin ser parte del complejo universo simbólico de ella.
Por su parte, el actor tiene la responsabilidad de interpretar el papel como si la audiencia no se encontrara presente, pero sin olvidar que -en realidad- sigue actuando para ella.
Luego, con el advenimiento del teatro realista, en el siglo XIX, se comenzó a utilizar el término «romper la cuarta pared» para referirse a la acción de uno o varios personajes que interactúan con el público espectador y donde el dramaturgo italiano Luigi Pirandello, a inicios del siglo XX, fue propulsor.
En las obras de Pirandello se exhiben los mecanismos de la construcción de la obra e incluso los intérpretes salen del escenario para mezclarse con los asistentes. Según, los especialistas, la ruptura de la cuarta pared es lo más cercano a la ruptura brechtiana del ilusionismo.
Y más adelante se extendió la práctica del recurso al cine, la televisión e incluso a los videojuegos, con el objetivo de crear una mayor experiencia de recreo donde la ficción y la realidad se puedan llegar a unir.
Romper el muro invisible es algo muy común y también se puede detectar con facilidad.
Representa la sensación de una ruptura de la narración y del guion preestablecido, pues el actor entra en contacto directo con la audiencia, ya sea porque vuelve a mirar a la cámara o porque decide dirigirse de nuevo a los espectadores.
Aunque el aspecto técnico en ambos casos tiene algunas diferencias. Mientras el público en teatro está siempre localizado en el mismo sitio, en cine el espectador se ubica dónde está la cámara en cada momento, y ésta cambia de un punto de vista a otro constantemente.
Deadpool, en todas sus partes, constituye una de esas películas que constantemente rompe la cuarta pared. De hecho, Wade Winston Wilson, único personaje del universo Marvel que habla con el público, y es consciente de que vive dentro de su propia historia de ficción.
Pero claro, si bien la citamos por su gigantesca audiencia, tampoco resulta la única película que echa mano de este recurso.
Ahí tenemos uno de los clásicos del cine, El lobo de Wall Street y, en concreto, su protagonista Leonardo Di Caprio; y Annie Hall, en la que vemos a un Woody Allen hablando continuamente a cámara para involucrarnos en su historia personal y hacernos partícipe de ella.
También en televisión, sobre todo las series más modernas, que no tienen miedo de exponer su propio mecanismo y cambian de foco de enunciación como Malcolm el del medio, cuyo protagonista mira a cámara constantemente y cuenta los problemas que le ocurren.
Ahora bien, otra forma de romper la cuarta pared y probamente la más contemporánea y la más usada hoy en día, es a la inversa. Cuando, como dignos miembros de la Sociedad 2.0 en la que vivimos, atravesamos el espacio virtual y dejamos de ser espectadores pasivos para inmiscuirnos e incluso, a veces, hasta pretender cambiar el curso de algún material de ficción
(Tomado de 4ta Pared. suplemento cultural de Orbe)