«Guatemala nunca más» fue el fruto de un equipo de trabajo liderado por Gerardi, quien el 24 de abril de 1998 sacó a la luz miles de testimonios del conflicto armado, en particular de las atrocidades cometidas por el Ejército durante más de 30 años de guerra como torturas, secuestros, violaciones sexuales, asesinatos y masacres.
No habían pasado 48 horas, y su cadáver apareció en la casa parroquial de la iglesia San Sebastián, de la zona 1 del Centro Histórico capitalino.
Su cráneo y rostro quedó totalmente desfigurado por los golpes con un bloque, al punto que fue posible reconocerle gracias al anillo episcopal en su mano.
La noticia fue uno de los episodios más repudiados tras la guerra y constituyó un desgaste para el entonces presidente Álvaro Arzú.
«Clamor porque se investigue a profundidad el crimen», tituló el periódico Prensa Libre por esos días y lo más curioso es que aún continúan las averiguaciones, pues son más todavía las preguntas que las respuestas sobre el trágico hecho.
Las pesquisas involucrarían a personal del Estado Mayor Presidencial, militares y altos funcionarios, según las pruebas recabadas, aunque desde el principio primó la intención de que nunca se llegara a la verdad o al menos a los autores intelectuales.
En la misma escena del crimen comenzaron las inconsistencias o negligencias: el fiscal analizando la presunta arma del delito sin guantes, las muestras forenses enviadas al laboratorio en recipientes sin sellar hasta la alteración de la postura de Gerardi.
También se manejaron varias hipótesis, crimen pasional, ataque de un perro o robo de imágenes religiosas para desestimar el móvil político y la posible participación de fuerzas del Estado.
Luego de más de 100 testigos y pruebas periciales, en 2001 fueron condenados como autores mediatos del asesinato el capitán del Ejército Byron Lima Oliva, su padre Byron Lima Estrada (coronel retirado) y el sargento José Obdulio Villanueva.
El fallo incluyó al sacerdote Mario Orantes, quien descubrió el cuerpo sin vida de Gerardi, en calidad de cómplice.
Sin embargo, en 2003 Villanueva fue decapitado en un sangriento motín en el Centro Preventivo para Hombres de la Zona 18 y en 2016 Lima Oliva tuvo similar final en una supuesta pugna interna de reos por el control de la prisión, episodios que analistas no consideran fortuitos.
No solo el informe Guatemala nunca más hizo a Gerardi una figura incómoda para los grupos de poder.
Desde 1967 a 1974, primero en las Verapaces, y después hasta 1984 en Quiché, fue reconocido como el obispo del pueblo por su trabajo pastoral y cercanía con los feligreses.
Era un gran guía espiritual con una claridad política impresionante, recuerdan quienes lo conocieron, e igual actitud mantuvo como obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala hasta su martirio.
Este miércoles, en el lugar donde le mataron hace 25 años, hay una exposición fotográfica en su honor, al mediodía se oficiará una santa misa en la Catedral Metropolitana y a continuación, saldrá la marcha Por la vida y la justicia en honrar a quien predicó la lucha a favor de las comunidades indígenas como compromiso de fe y vida.
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