El TUC también llamó al enfrentamiento del racismo y el extremismo; recordó el allanamiento de las oficinas sindicales y la detención de funcionarios y activistas desde el 2 de mayo de 1933, y la tortura o muerte de sus miembros en campos de concentración, durante los años siguientes.
Igualmente, evocó la sustitución de los sindicatos independientes por el Frente Laboral Alemán, controlado por los nazis y utilizado como una herramienta de propaganda por el régimen para la transmisión de su ideología antisemita y llena de odio.
El grupo afirmó que los sindicatos son un bastión de la democracia y la libertad contra gobiernos autoritarios y violentos, y mencionó el impulso de cursos de adiestramiento frente a manifestaciones de segregación e intentos de la extrema derecha por reclutar en los espacios laborales.
Para el secretario general del TUC, Paul Nowak, los sindicatos constituyen objetivos para los regímenes autoritarios y “cuando somos atacados, es una señal de que el gobierno democrático también está en peligro (…) 90 años después de la prohibición por los nazis, hay lecciones para nosotros”.
De acuerdo con la agrupación, cuando la conservadora Margaret Thatcher asumió como primera ministra en 1979, cerca de 14 millones de personas integraban el Congreso de Sindicatos; luego de cuatro décadas de leyes antisindicales y antihuelgas, actualmente son poco más de cinco millones.
Por su parte, la Confederación Sindical Internacional—encargada de la promoción y defensa de los derechos e intereses de los trabajadores— denunció el asesinato de sindicalistas en 13 países y su exposición a episodios de violencia en, al menos, 50 naciones.
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