Desde el 17 de mayo Jürgen Conings, un tirador experto y veterano de misiones en Afganistán, Iraq y Kosovo domina titulares con su anuncio de ‘unirse a la resistencia y no rendirse sin luchar’ al ‘estar cansado de una sociedad de políticos y virólogos que nos han quitado todo’, sin que la cacería humana desatada logre dar con su paradero.
Según la cadena de radio y televisión RTBF, muchos se preguntan cómo el militar de 46 años mantuvo el acceso a arsenales, pese a su ubicación desde febrero en el nivel tres, de cuatro existentes, de amenaza por los servicios de inteligencia, convirtiéndose en el primer uniformado belga en tal situación.
Conings es señalado por su conducta racista y de extrema derecha, su rechazo a las vacunas contra la Covid-19 y las injurias y amenazas contra el virólogo Marc Van Ranst, un experto muy conocido en Bélgica en el actual escenario de la pandemia, a quien las autoridades colocaron bajo protección.
En el centro de la tormenta están la ministra de Defensa Ludivine Dedonder y el Servicio General de Inteligencia y Seguridad del ejército, mientras cientos de policías y soldados continúan la búsqueda del prófugo fuertemente armado.
Dedonder descartó responsabilidad en los hechos, al desconocer el nivel de alerta en el cual se encontraba el militar, y adelantó reformas y sanciones en el ámbito castrense por lo ocurrido.
La ministra también rechazó el apoyo en algunos sectores de la población a Conings, afirmando: ‘respaldar a este hombre, es respaldar a un hombre que ha amenazado con asesinar y herir a inocentes’.
Por su parte, Serge Lipszyc, el presidente del Comité R, que controla los servicios de inteligencia belgas, prometió una investigación sobre el historial del militar perseguido.
Según el funcionario, en un mes estará listo el informe sobre la pesquisa, que abarcaría desde 2015, cuando al parecer Conings dio las primeras señales de radicalización, hasta el momento en el cual ‘pasó a la acción’.
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