En este sentido, varios turistas procedentes de varios países europeos, incluidos los Países Bajos y Reino Unido, visitaron las ruinas de la antigua ciudad de Palmira en el desierto sirio y considerada patrimonio de la humanidad.
Los visitantes vieron con sus propios ojos la destrucción de los monumentos arquitectónicos y las instalaciones turísticas de la ciudad por los terroristas antes de su liberación a manos del ejército en 2016.
Por otro lado, al menos cuatro grupos de turistas de Malasia, China y Australia estuvieron en la ciudad de Bosra al-Sham, en el sur del país, considerada también patrimonio de la humanidad por sus valiosos monumentos históricos.
Algunos de los visitantes manifestaron a la prensa estar sorprendidos por la seguridad y tranquilidad que vive el país y por su milenario patrimonio cultural que merece ser visitado por todos.
En recientes declaraciones, el ministro sirio de Turismo, Mohammad Rami Martini, estimó que el número de visitantes al país durante este año podría llegar a unos 2,5 millones, incluidos unos 700 mil turistas.
La cifra aumenta constantemente y los expatriados sirios son los primeros con que contamos para la próxima temporada, dijo el titular.
En 2010, el año anterior al comienzo de la guerra, el país recibió ocho millones 500 mil visitantes, y este sector aportaba unos ingresos que constituyeron el 9,0 por ciento del Producto Interno Bruto, pero después la afluencia de turistas cayó un 98 por ciento.
Según cifras difundidas por varios medios de prensa las pérdidas del sector ascendieron a miles de millones de dólares, mientras mil 500 instalaciones salieron de servicio, 403 sitios de interés turístico fueron destruidos y más de 260 mil trabajadores quedaron sin trabajo.
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