Los eventos hidrometeorológicos extremos, como huracanes —cuya temporada comenzó el 1 de junio hasta el 30 de noviembre—, precipitaciones torrenciales y sus consecuentes inundaciones y desplazamientos del terreno son una amenaza constante para la región.
Según datos del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres, en los últimos 15 años han generado más del 57 por ciento de las emergencias ocurridas en la zona, afectando a más de 175 millones de personas.
Este año, países como Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, Paraguay y Perú ya han reportado este tipo de eventos, que tienen un impacto significativo en los sistemas de salud, la seguridad alimentaria e hídrica, los ecosistemas, la infraestructura y la economía.
“El fenómeno de El Niño y la temporada de huracanes son un llamado para revisar dónde estamos como sector salud, cuáles son los escenarios posibles ante el riesgo de lluvias intensas y huracanes, y planificar las medidas a tomar”, consideró Leonardo Hernández, jefe de la Unidad de Operaciones de Emergencias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Este año se prevé una actividad de huracanes cercana al promedio en el Atlántico, mientras que para el Pacífico se espera una temporada por encima de lo normal.
En tanto, los expertos pronostican una alta probabilidad de que se desarrolle un evento de El Niño a partir del segundo semestre de 2023, lo que provocará precipitaciones por encima de lo normal para algunos países y, por otro lado, una disminución de lluvias en otras regiones del continente.
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