La complejidad de los comicios en los que se disputan 21 mil cargos públicos, incluidas 15 gobernaciones, 30 asambleas locales y los 500 escaños de la Cámara de Diputados, hacen muy difícil realizar encuestas como las acostumbradas en elecciones presidenciales, y los partidos hacen las suyas.
El dirigente de Morena, senador Ricardo Monreal, considera que su partido tiene garantizada la victoria en ocho entidades, mantiene grandes posibilidades de vencer en otras cuatro, y da por perdidas tres: Nuevo León, Querétaro y San Luis Potosí.
Sin embargo, no hay posibilidad visible de confirmar los pronósticos, más allá de aceptar como válidas las perspectivas hechas públicas por Monreal, frente a un llamativo silencio de los demás contendientes.
Una cosa es cierta, Morena es el partido con menos que perder en cuanto a las gobernaciones, pues de las 15 a cambiar de mandatarios el domingo, solo Baja California y Baja California Sur son administradas por el oficialismo.
Los otros 13 estados están en poder de la oposición: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con siete, Acción Nacional (PAN) cuatro, y Revolucionario Democrático (PRD) uno al igual que un independiente de Nuevo León.
Esta distribución significa que cualquier resultado favorable que sume más de tres gobernaciones a favor de Morena es ganancia neta para el oficialismo y una pérdida irreparable de la derecha conservadora a la cual no le ha quedado otra alternativa que unirse para intentar bloquear a los morenistas y sus aliados.
En esa liza, es probable que el PRD, muy venido a menos y cada vez más dependiente del PRI y el PAN, pueda quedarse sin gobernador, como ya está casi sin diputados, mientras que estos dos están llamados a ser los más golpeados si se cumplen los pronósticos de Morena.
Ninguno de los tres partidos de oposición cedió en algún momento del proselitismo, a abandonar una estrategia errática y mal asesorada que sobrepuso la descalificación y la diatriba por encima de la información esperada por el electorado de programas de gobierno en cada estado, indican observadores.
Otra deficiencia que señalan comentaristas, es que las cúpulas de los tres partidos hicieron más énfasis en sus campañas enfiladas a arrebatar a Morena la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, que a consolidarse en las gobernaciones, aunque algunos difieren de ese juicio.
De hecho, como los acusó el presidente Andrés Manuel López Obrador, gastaron toda la pólvora en balas de salva llevados por la angustia de ganar la mayor cantidad de escaños posibles para quitarle fuerza a Morena y lograr ellos dominar el presupuesto nacional que se aprueba en la Cámara Baja.
Realmente la mala campaña no dejó dudas acerca de esas intenciones y le vino muy bien a Morena para desacreditarlos e incluso fortalecer la aprobación popular a sus programas sociales de bienestar y desarrollo.
La gran pregunta es qué pasará con los actuales líderes del PRI, el PAN y el PRD si los pronósticos de Morena se cumplen.
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