El secretario general de la organización panárabe, Ahmed Aboul Gheit, criticó a las autoridades suecas por permitir ese hecho al señalar que es una «provocación inaceptable a los sentimientos de los musulmanes en todo el mundo».
El funcionario alertó en un comunicado sobre las consecuencias de este tipo de acciones porque solo contribuyen a difundir el discurso del extremismo.
Tras recibir autorización de la policía, Salwan Momika, un refugiado residente en Suecia, pisoteó el jueves el libro sagrado, casi un mes después de quemarlo frente a la mayor mezquita de Estocolmo.
Esos hechos levantaron una ola de repudio en los países árabes, que amenazaron con represalias.
Ayer el gobierno iraquí expulsó al embajador sueco en Bagdad, donde numerosas personas asaltaron el recinto diplomático.
Por su parte, Egipto denunció la nueva profanación y afirmó que esos incidentes son un “desafío flagrante que va más allá de los límites de la libertad de expresión”.
La Cancillería expresó su profunda preocupación por esas acciones de desprecio por la religión, la propagación de la islamofobia y el aumento de la incitación al odio.
En enero último, Rasmus Paludan, dirigente del partido político danés de extrema derecha Hard Line, también quemó un ejemplar del libro sagrado en la capital sueca.
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