El debate de las primarias presidenciales republicanas, celebrado esta semana en Milwaukee, Wisconsin, tuvo entre sus ocho contendientes desacuerdos y puntos de fricción en una variedad de asuntos, desde el aborto hasta el medio ambiente.
Sin embargo, hubo consenso en buena parte de ellos sobre la idea de utilizar la fuerza militar estadounidense para combatir el contrabando de drogas y la migración.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, conocido por su orientación ultraconservadora, ofreció el punto de vista más duro.
DeSantis prometió que de llegar a la presidencia de Estados Unidos respaldaría el envío de fuerzas especiales a México para, supuestamente, acabar con los laboratorios de fentanilo y las operaciones de los cárteles del narcotráfico.
«Sí. Y lo haré el primer día”, dijo el gobernador floridano, quien refleja así la manera en que casi se normaliza una idea que del mexicano resulta inaceptable.
Otros candidatos republicanos más moderados, como la exembajadora ante la ONU Nikki Haley y el senador de Carolina del Sur Tim Scott, sugirieron apoyar alguna versión de acción militar unilateral en todo el Río Grande.
Pero en el escenario del cara a cara del miércoles, el exgobernador de Arkansas Asa Hutchinson, quien fuera, además, jefe de la Administración del Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), planteó su oposición al uso unilateral de la fuerza militar o policial estadounidense en México.
“No podemos tener éxito contra el cártel a menos que incorporemos a México como socio”, apuntó.
Por su parte el ex vicepresidente Mike Pence se sumó al llamado que hiciera también Hutchinson a la presión económica e insistió en que «involucraría a México exactamente de la misma manera» que el expresidente Donald Trump (2017-2021).
Mark Esper, último secretario de Defensa confirmado por el Senado durante el mandato de Trump, publicó el pasado año en sus memorias cómo fue trabajar con el magnate presidente y contó una serie de sus excesos y equivocaciones.
El exfuncionario reveló que en 2020, el entonces ocupante del Despacho Oval le preguntó sobre la posibilidad de lanzar misiles a México, para “destruir los laboratorios de drogas” y aniquilar a los cárteles.
Llegó incluso a considerar -relató Esper- que el supuesto involucramiento de Estados Unidos en un ataque en contra de su vecino del sur podía mantenerse en secreto.
Esas conversaciones extraordinarias fueron algunos de varios momentos que, según lo describe Esper en el libro A Sacred Oath, lo dejaron casi sin palabras cuando brindó sus servicios al cuadragésimo quinto presidente, recordó un artículo del diario The New York Times.
Ahora se están estimulando las tensiones bilaterales en ambos lados de la frontera, advierten los observadores al insistir que ronda la sombra del enfoque agresivo de Trump hacia la relación bilateral.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, calificó en su momento de “ofensivo”, “propagandístico” y “corrupto”, el plan propuesto por congresistas republicanos de utilizar el Ejército de Estados Unidos dentro de territorio de su país para luchar contra las organizaciones de narcotraficantes.
“Nosotros no vamos a permitir que intervenga un Gobierno extranjero y mucho menos que intervengan Fuerzas Armadas de un Gobierno extranjero en nuestro territorio”, dejó claro.
Para México es una herida abierta el intervencionismo. En el siglo XIX, Estados Unidos -por cierto principal mercado de la droga en el mundo-, en un descarado acto de expansionismo le arrebató más de medio territorio a la nación colindante.
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