Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal jefe de Prensa Latina en México
La oposición califica de estampida la enorme cantidad de solicitudes de dirigentes medios y de base, incluidos unos cuantos de lo que podría ser la cúspide de Morena, entre estos su presidente Mario Delgado, quien ya destapó su interés por la jefatura del gobierno de Ciudad de México donde hay mucha competencia.
Ponen como ejemplo la rebeldía del excanciller Marcelo Ebrard, quien no acepta el triunfo de Claudia Sheinbaum, y procura que el comité de Ética apruebe su demanda de repetir las encuestas que él perdió, algo que sabe no va a suceder y la rueda de la historia no tiene marcha atrás.
Su caso es único porque implica un interés personal y no de partido, y ya lo dijo bien claro en una reunión en Tlaxcala, el estado más pequeño de México, que ha tomado como base de su movimiento El Camino de México: “Vamos a perseverar porque la única manera de realizar nuestro ideario es llegando a la Presidencia de la República”.
Y para que no quedasen dudas reafirmó: “Pienso que me debo mantener en esa trayectoria, en esa línea, para ser leal con quienes nos han apoyado”.
Pero la oposición se equivoca, no hay estampida, sino la búsqueda de candidatos del más alto prestigio con posibilidades de arrasar en los comicios de 2024 que pueden cambiar la historia de México como ya está sucediendo con la Cuarta Transformación.
Por eso, en los demás precandidatos, no se trata de obcequedades, pruritos y otras superficialidades, sino de poner los pies en la tierra y pensar que 20 mil cargos es mucho, y que si al adversario se les arrebata parte de los cuales dominan y al mismo tiempo se les impide hacerse con los que están en manos de Morena, el debilitamiento de la partidocracia derechista será mayúsculo y pueden caer las torres que en el cielo se creyeron.
Las elecciones de 2024 son cruciales, no solamente por la presidencia que es muy trascendente que quede en manos de Morena, sino el congreso en el que se disputan las 500 curules de los diputados y los 128 escaños de los senadores, y si el oficialismo no logra ocupar 334 de esos cinco centenares y 84 de la cámara alta, no tendrá la mayoría calificada y las reformas pendientes de la Cuarta Transformación serán muy difíciles de implementar.
Por tanto, en realidad no se trata de una estampida ni mucho menos, sino de un movimiento de piezas muy oportuno que comienza temprano y dándole a los electores suficientes alternativas para que, el candidato que sea electo, sea cual fuere, llegue a esa posición con un respaldo creíble e importante para adversar al de la oposición.
La idea es simple: si, como se hizo en el caso de los presidenciables, el candidato de Morena (más bien de la coalición Juntos Hacemos historia que incluye a los partidos del Trabajo y Verde) sale a la palestra con un gran respaldo popular palpable y contable, de entrada le llevaría ventajas sobre el opositor designado a dedo por la cúpula partidaria.
Y ya Claudia Sheinbaum, en su papel de jefa de la Cuarta Transformación en relevo de Andrés Manuel López Obrador dedicado ahora solamente a los muchos objetos de su mandato, reiteró que todos los cargos de elección pasarán por las horcas caudinas de las encuestas, no como humillación según registra la historia, sino por obligación, y cada aspirante debe renunciar a su cargo.
De esa manera, ya aspiran a cargos relevantes y para jefe de Gobierno de la Ciudad de México -que es como un estado dentro del Estado, algo así como Cuba, Uruguay, El Salvador y Honduras juntos, pero más moderno y con mayor infraestructura-, además de Delgado ya se anotaron la secretaria de Energía, Rocío Nahle, la mujer que ha conducido la construcción de la refinería de Olmeca de Dos Bocas, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, el médico especialista que llevó sobre sus hombros toda la responsabilidad en el enfrentamiento a la Covid-19, y Omar Harfuch García, el jefe de seguridad ciudadana que ha tranquilizado a la capital.
Y ya López Obrador anunció que faltan todavía ocho o 10 más por renunciar a sus actuales cargos para optar seguramente por las gobernaturas de los nueve estados que se pondrán en juego en esas elecciones, cinco de las cuales en manos de Morena y las otra cuatro en las del Partido Acción Nacional y el Movimiento Ciudadano.
Una de las condiciones para aspirar que plantea Claudia siguiendo las enseñanzas y recomendaciones de López Obrador, y su experiencia propia, es que todo aquel que aspire a cargo público debe renunciar inmediatamente al que tiene para que no caiga en el peligroso vivió de usar esa influencia a su favor y ello enturbie la elección.
Estas elecciones son estratégicas, pues de ellas dependerán la subsistencia de partidos como el de la Revolución Democrática (PRD) que ya es un suspiro, el Movimiento Ciudadano, mucho más fuerte que el anterior, y del propio Institucional Revolucionario (PRI), aunque parezca increíble, que si no desaparece es porque tiene una gobernación, Coahuila, hasta 2029, y seguramente logrará algunos legisladores, pero quedará tan debilitado que se convertirá en una entelequia.
Es muy posible que lo absorba el de Acción Nacional para formar bulto, porque en ambos la militancia de base ha mermado considerablemente al extremo que, entre los tres grandes, es el que menor masa de afiliados tiene. En dependencia del número de curules y asambleas estatales y municipales dominen, y sobre todo de alcaldías en la Ciudad de México, la alianza entre ambos será parlamentaria o estratégica para la sobrevivencia, según más de un analista.
Esa es la enorme trascendencia que tienen las elecciones del 2024 para Morena y para la oposición, y por tanto para todo el país.
Añádesele que, de obtener la mayoría calificada, el próximo gobierno de Morena podría ejecutar sin mayores problemas lo que no pudo hacer López Obrador: las reformas del Poder Judicial, en especial de la Suprema Corte de Justicia, la Electoral con la eliminación del Instituto Nacional Electoral (INE), la de organismos parásitos como el Instituto Nacional de Transparencia, la Energética, la educacional para perfeccionarla, al igual que la de Salud, y eliminar los multimillonarios fideicomisos, que son grandes focos de corrupción.
En las elecciones de 2024 se elegirán entre esos 20 mil cargos, además de los ya mencionados, los integrantes de 31 congresos locales, y en la capital a los representantes de las 16 alcaldías, ahora nueve gobernadas por la oposición y siete por Morena.
Cambiarán de gobernadores Ciudad de México, gobernada por Martí Batres, Chiapas, por Rutilio Escandón, Puebla Sergio Salomón Céspedes, Tabasco Carlos Manuel Merino, Veracruz, Cuitláhuac García, todos de Morena.
Además de Guanajuato, gobernada por Diego Sinhue Rodríguez y Yucatán, Mauricio Vila, ambos del Partido Acción Nacional, Jalisco, por Enrique Alfaro del Movimiento Ciudadano, y Morelos por Cuauhtémoc Blanco, de Encuentro Social, pero aliado de Morena.
Ese domingo 2 de junio de 2024 se estima que más de 95 millones de mexicanos acudirán a las urnas a elegir a quien será la o el presidente número 66 del país y el sucesor de Andrés Manuel López Obrador. Al último corte del padrón electoral, el listado nominal se integraba con 97 millones 727,250 de ciudadanos.
arc/lma