Señaló que la decisión del rey jordano, Abdullah II; del presidente egipcio, Abdul Fatah al Sisi; y del titular de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, de cancelar la reunión que tenían prevista con Biden, es un golpe sin precedente a la imagen de Washington, e ilustra el desprestigio y el aislamiento de su Gobierno por el apoyo a políticas abiertamente genocidas del régimen israelí.
El desaire expresó, muy particularmente, el repudio al intento del mandatario estadounidense «de culpar al otro equipo (los palestinos) por el atroz bombardeo que la aviación de Tel Aviv perpetró contra el hospital cristiano de Al-Ahli, en Gaza, matando a centenares de personas».
La falacia propalada por Israel en el sentido de que el ataque fue obra de facciones palestinas, choca con el hecho de que sólo sus Fuerzas Armadas tienen el poder de fuego para causar daños a esa escala, como admitieron inicialmente y luego lo negaron, expresó La Jornada.
El diario destacó los antecedentes de ataques contra centros sanitarios, escuelas y hasta misiones bien identificadas de la ONU en el transcurso de las masacres cometidas por Tel Aviv.
«La atroz agresión al hospital no es el único acto de crueldad extrema ejecutado por Israel en los pasados 10 días: otro caso es la orden de evacuar a más de un millón de personas hacia el sur de Gaza y luego bombardear la zona donde los hacinaron», añadió el periódico.
El repudio a esta suerte de sadismo de Estado, denunció, está llevando a amplios sectores en el mundo a un punto de inflexión en las percepciones y alineamientos en torno a la ocupación israelí de los territorios palestinos.
Citó como casos ilustrativos la movilización no sólo en países islámicos, sino también en Europa e incluso entre las comunidades judías de varias naciones, y la que protagonizaron ayer judíos estadounidenses en la sede del Congreso en Washington, para exigir que cese el extermino de palestinos.
Fue un deslinde esclarecedor y esperanzador: por más que el Gobierno de Tel Aviv pretenda chantajear con la idea de que cualquier expresión en favor de los palestinos alimenta el antisemitismo en el mundo, es precisamente la barbarie del régimen de Benjamin Netanyahu la que atiza ese racismo inaceptable, expresó La Jornada.
Agregó que, en la medida en que se evidencie que la pertenencia a ese grupo no conlleva un alineamiento automático al arrasamiento de territorios palestinos y que el gobernante israelí no puede hablar en nombre de los judíos, resultará claro que el genocidio no es un choque de etnias o de culturas, sino un programa para beneficiar a ultraderechistas y fundamentalistas que detentan el poder político en Israel.
Ante el cambio general de percepciones que está teniendo lugar, si Washington pretende mostrar un mínimo de congruencia con la defensa de los derechos humanos, debe emprender una revisión profunda de su apoyo incondicional a Tel Aviv y la política de exterminio contra el pueblo palestino, opinó el periódico.
Se debe entender de una vez por todas que el diálogo y el reconocimiento a la solución de dos Estados es el único camino posible para una paz justa y duradera, finalizó La Jornada.
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