Aunque con menos asistencia que otros años, en medio de la sostenida crisis de inseguridad y violencia, los creyentes desfilaron hacia las necrópolis acompañados por bandas musicales, conocidas como raras, colocaron ofrendas y realizaron ceremonias propias del vudú, la práctica mágico-religiosa más extendida en el país.
“Es un día para recordar a nuestros muertos, para pedirles que nos ayuden a sobrevivir y nos muestren el mejor camino”, dijo a Prensa Latina Jude Jean Pierre, houngan, sacerdote vudú, de uno de los barrios de esta capital.
Mientras aumenta la violencia, secuestros y asesinatos, muchos haitianos buscan respuestas en la religión y piden a sus deidades un poco de paz.
“Que podamos sobrevivir y nuestros hijos lleguen a las escuelas. Encontrar trabajo para poder darles de comer (a los niños) todos los días. Eso es lo que pedimos”, dijo a esta agencia Jean Pierre.
Durante el festival del Guédé, los grupos de rara se mezclan con practicantes de vudú, quienes danzan al compás de tambores y trompetas y cantan para homenajear a los difuntos.
La ceremonia principal se realiza en el camposanto, muy cercano a la gran cruz negra que marca el lugar del primer enterramiento.
En ese sitio se rinde culto a los barones, que tienen varias denominaciones: Baron Samedi, Baron Criminal, Baron Lacroix y Baron Cementery, y son conocidos como los jefes del cementerio.
También a la primera mujer que descansó en el camposanto y se le conoce como Grand Brigite, quien fue esposa del Barón.
El Guédé establece un puente entre la vida y la muerte, un recordatorio de que los antepasados aún acompañan a sus seres queridos, un homenaje que cada año el 1 y 2 de noviembre viste las calles de colores y aromas, a pesar de todo.
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