Lo cierto es que Alí cayó fulminado de un disparo hecho por el fabricante del dispositivo, cuyo nombre las autoridades se reservan, con un arma artesanal que sí funcionó bien, tanto, que dejó al cliente sin vida y por supuesto sin derecho a reclamación.
Tan pronto trascendió el incidente, la Policía de la localidad acudió para arrestar al fabricante y trasladar al hospital al cliente herido para tratar de salvarle la vida con medios menos esotéricos, pero más efectivos tales como cirugía y medicamentos, pero fue demasiado tarde.
Llama la atención que ninguno de los tres asistentes del hechicero, también detenidos por la Policía, se brindaron a la hora de demostrar la efectividad del talismán, diseñado para proteger al comprador de disparos de bala.
Con los pies más en la tierra, el portavoz policial superintendente Ahmed Wakil, advirtió al público contra participar en experimentos semejantes pues los amuletos antibalas son de uso común en Nigeria con el consiguiente número de víctimas fatales.
Como el infortunado Alí, quien encontró la muerte de la que huía.
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