Por Julio Morejón Tartabull
De la redacción de África y Medio Oriente de Prensa Latina
La crisis política persiste, aunque hay interés por reducir tensiones, sobre todo después que en agosto pasado el presidente de la Cámara de Representantes, Aguila Saleh, indicó la necesidad de lograr un gobierno unificado.
El descontrol institucional descarrila al país que destacaba por su organización con el desempeño de la Yamahiriya, el “Estado de las Masas” del líder Muamar Gadafi, asesinado en 2011 en una conspiración concebida por Occidente.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y aliados árabes se unieron en la guerra mediática contra Gadafi, cuyo magnicidio coronó la trama que ocultó la operación dirigida al despojo de las fuentes petroleras.
Ejemplo de su limitado horizonte lo reflejó lo ocurrido en la localidad de Derna (nordeste) que, a un mes de registrarse inundaciones por la atípica tormenta Daniel, aún se desconocían las cifras exactas de muertos y desaparecidos.
Estimados de la Cruz Roja y la Media Luna Roja no coincidían, mientras fuentes de prensa se referían a más de 800 edificios destruidos, miles de heridos y unos 11 mil 300 cadáveres, pero poco después esos medios noticiosos referían unos 20 mil occisos.
La imposibilidad de reportar número de víctimas bajo toneladas de lodo –los datos sobre los daños materiales colaterales también fueron aproximaciones- evidenció el descontrol, desidia, incapacidad o desinterés oficial que afecta a la nación africana.
Para las citadas organizaciones una mayor preparación, menos construcciones en regiones propensas a las inundaciones y una mejor gestión de las infraestructuras de las presas, habrían reducido el impacto global de la tormenta Daniel.
Las crecidas de septiembre pasado fueron las peores sufridas en los últimos 40 años al arrasar ciudades aisladas, represas y puentes en la zona nordestina.
NIDO DE FACCIONES
Políticos y expertos reconocen que la guerra desatada por la OTAN y aliados árabes contra la Yamahiriya, deshizo la seguridad que Libia representaba en la estratégica “frontera sur de Europa” como le denominaban.
Ahora, sin esa herramienta, el viejo continente enfrenta migraciones descontroladas, infiltraciones de fanáticos terroristas y de narcotraficantes, entre otros problemas.
El conflicto del poder en la era pos Gadafi confronta a dos autoridades, una asentada en Trípoli, la capital, y la otra en la oriental ciudad de Tobruck, e hizo añicos la relevancia del país petrolero y lo sumergió en un siroco, la ventisca del desierto.
Las pugnas escalaron del 2014 hasta 2020, pese de las gestiones mediadoras de importantes actores internacionales que temían la destrucción total del Estado, con anterioridad ejemplo de estructura coherente.
«Si Libia no ha logrado recuperar su estabilidad es porque en ese contexto de guerra civil y geopolítica, se ha conformado una república de milicias con dos gobiernos paralelos que se disputan las negociaciones con los grupos armados irregulares internos y con los intereses del gran capital extractivo», opinan los especialistas.
El problema también radica en la sucesión de gobiernos que tras la muerte de Gadafi, emergieron marcados por intereses generadores de rupturas, sectarismos y enriquecimientos.
Libia se descompuso profundamente con la guerra del gobierno de Trípoli –reconocido por la ONU- y el de la región oriental, respaldado por el mariscal Khalifa Haftar, pero lo central consiste en definir quién manda.
CAPÍTULO JUDICIAL
Si urge unificar criterios para restablecer el estado de derecho en el país, también lo es reducir la violencia e implantar un patrón de justicia real que frene el desorden.
En medio de la dispersión de autoridad, algunos componentes funcionan, uno, el sector de la fuerza naval con respaldo de Occidente que actúa en el litoral contra los migrantes que intentan llegar a Europa por el mar Mediterráneo.
Y otro que responde a la estructura judicial mediante la cual aspira a imponer la ley ante la atenta mirada de la comunidad mundial, al presentar procesos legales contra individuos vinculados con la débil “capacidad administrativa” para enfrentar al catastrófico meteoro Daniel.
Conforme con france24.com hubo “controversias en el reparto de la ayuda humanitaria internacional entre los ciudadanos y señalamientos cruzados en la búsqueda de responsables” por esa situación.
Una investigación del fiscal general, Al-Seddik Al-Sour, se enfocó en los colapsos de sendas presas construidas en Derna, deterioradas por abandono y conflicto que sucedieron a la guerra contra Gadafi.
“La Oficina de Auditoría confirmó el desvío de fondos públicos para favorecer a terceros y la manipulación de licitaciones públicas a fin de adjudicarlas a determinadas empresas que no las merecen”, cita libyaobserver.ly.
El declive moral -secuela del deterioro estructural arrastrado por Libia desde 2011- es un lastre impuesto por la aplicación de una doctrina destructora que lanzó al fracaso al norteño Estado africano que en su momento resultaba un ejemplo de bienestar popular.
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