En 1964, el Gabo era ya un joven intelectual reconocido entre sus contemporáneos y atesoraba algunos libros publicados como La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1964).
Por esa época, el crítico uruguayo Ángel Rama difundió en la revista Casa de las Américas varios artículos sobre la literatura del colombiano y, el epistolario entre esa entidad habanera y Gabo, guarda una carta del 14 de abril, en la cual su entonces presidenta y fundadora Haydee Santamaría lo invita a colaborar en esa publicación.
El número de la revista, dedicado a la novela latinoamericana y correspondiente a octubre-noviembre de 1964, incluiría a otros reconocidos escritores del área como el cubano Alejo Carpentier, el argentino Julio Cortázar y el uruguayo Juan Carlos Onetti, cuya novela El astillero publicó la Casa en su colección de clásicos de 1968.
Tiempo después, la institución de la nación caribeña le solicitó a García Márquez un libro para el naciente compendio Literatura Latinoamericana que ya reunía volúmenes del peruano José Carlos Mariátegui, del uruguayo Horacio Quiroga y de los ya mencionados intelectuales Onetti y Cortázar.
‘La Biblioteca de la Casa de las Américas de La Habana fundó también el programa Café Conversatorio, una especie de café literario y de interacción con el público. La primera convocatoria del espacio abordó el texto La mala hora’, indicó el director del Centro de Investigaciones Jorge Fornet, en exclusiva a Prensa Latina.
El 17 de julio de 1964, lo invitaron a conformar el jurado de su Premio Literario, propuesta que se extendería a los años posteriores, sin materializarse. La segunda edición de Cien Años de Soledad en el mundo, luego de su publicación por la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, en Argentina, fue la de Cuba en 1968.
En la correspondencia entre la directora editorial y Gabriel García Márquez, ella le comenta acerca de la tirada de 20 mil ejemplares de la novela—catalogada como una obra maestra de la literatura universal y una de las más leídas en español— para su amplia difusión en el país, frente a lo cual el intelectual de Aracataca manifestó:
‘(…) como viejo y seguro servidor de la Revolución cubana, estoy dichoso de que mi novela haya sido digna de este asalto a mano desarmada, y de que gracias a eso pueda ser leída por mis numerosos—conocidos y desconocidos—amigos cubanos’
El doctor en Literatura Hispánica e investigador titular recordó que el número 48 de la revista, correspondiente a los meses de mayo- junio de 1968, difundió en exclusiva su cuento ‘Un hombre muy viejo con unas alas enormes’ y, dos años después, en una carta expresó a Haydee Santamaría sus deseos de regresar a Cuba.
‘(…) no quiero hacerlo de prisa, ni con motivo de ningún acontecimiento multitudinario, ni como uno de los escritores más leídos de la Isla, sino como un amigo de verdad que quiere formarse una idea real, profunda y serena del proceso revolucionario (…) Ese viaje no solo será muy importante para mí, sino para mucha gente de América y Europa que viven preguntándome por Cuba’, aseveró.
Según Fornet en los primeros años de la década de 1970, algunos representantes de la intelectualidad occidental se alejaron del país; no obstante, ese no fue el caso de Gabriel García Márquez, quien recorrió la mayor de las Antillas en 1975 y escribió tres crónicas publicadas en Colombia bajo el título de Cuba de cabo a rabo.
El también director de la revista Casa de las Américas confirmó que el Gabo mantuvo poca relación con los escritores de la isla, si bien resulta innegable su admiración por Alejo Carpentier. En una oportunidad confesó que El siglo de las luces fue una novela que le hubiera gustado escribir.
‘Incluso, le rinde un homenaje medio velado a la obra y a su autor en Cien años de soledad. De acuerdo con el ensayista español Federico Álvarez, García Márquez le aseguró que cuando leyó esa obra tenía escritas 200 páginas de Cien años…, las rompió y comenzó nuevamente la concepción del libro, concluyó Fornet.
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