Recientemente, el jefe del comité militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Rob Bauer, declaró al diario británico The Telegraph que Europa debía prepararse para una inevitable guerra con Rusia en los próximos 20 años.
Moscú en todo momento aclara que no representa ninguna amenaza para la seguridad europea, y recuerda que, en diciembre de 2021, la alianza atlántica hizo caso omiso a sus propuestas para una seguridad regional compartida.
Bauer, incluso, llegó a elogiar el hecho de que las autoridades de Suecia, a punto de ingresar a la OTAN, crearan el pánico entre sus ciudadanos al sugerir que el país escandinavo podría entrar en guerra en un futuro cercano.
Debemos prepararnos para la guerra toda vez que nuestro estado se dispone a sumarse a la alianza atlántica, afirmaron desde los ministerios suecos de Defensa y Defensa Civil, así como algunos diputados, algo que debió corregir el propio Primer Ministro.
Sin embargo, para el jefe del comité militar del pacto noratlántico, es necesaria una modernización de la industria bélica en Europa, con el fin de producir armamentos y municiones más rápido, con el consiguiente ascenso meteórico de los presupuestos de Defensa.
Es cierto que el funcionario llama a un desarrollo de potenciales propios europeos para producir armas, pero por ahora el mayor beneficiado en el mercado armamentista, reconocido incluso por The Wall Street Journal, es el complejo militar industrial norteamericano.
Los gobiernos del Viejo Continente gastaron más de 27 mil millones de euros en el acápite de defensa, mientras que el presupuesto general manejado por la UE en 2023 fue de unos 186 mil 600 millones, destacan organismos estadísticos europeos.
EL PUNTO UCRANIANO
Desde mucho antes del comienzo por Rusia de una operación militar, el 24 de febrero de 2022, para proteger a la población de la sublevada región de Donbás, en el sureste de Ucrania, Occidente justificaba sus continuas provocaciones bélicas con una supuesta amenaza rusa.
Moscú denunció por meses el incremento inusitado de vuelos de espionaje cerca de sus costas y maniobras militares, donde se situaba a Rusia como el enemigo, y otras acciones similares, y advertía entonces que se vería obligada a responder.
Con la confrontación en Ucrania, la alianza atlántica reforzó el choque indirecto con el gigante euroasiático, al brindar información de inteligencia, entrenar al ejército ucraniano y suministrarle todo tipo de armamentos, incluidos misiles de alcance medio.
Sin embargo, en la leyenda occidental figuró cada vez con más fuerza la presentación del vecino con acceso a 14 mares en la región como la inevitable y obvia amenaza.
En los últimos días de enero de este año comienzan las maniobras más potentes de la OTAN en varias décadas, con la participación de 90 mil militares y con una extensión de varios meses, durante los cuales se practicarán acciones en caso de una tercera guerra mundial.
Para esos juegos de guerra, se crea una leyenda de un inexistente país que, por sus características recuerda a Rusia, cuyo gobierno, aunque aboga por la paz, recuerda que está dispuesto a reaccionar de forma consecuente a cualquier amenaza directa a su seguridad.
Analistas destacan dos aspectos: primero que el empleo de tanques, cañones autopropulsados, vehículos blindados y misiles occidentales en Ucrania demostraron su vulnerabilidad ante la eficiencia del armamento ruso para destruirlos.
En segundo lugar, el conflicto permitió a Moscú entrenar en combate real y moderno a más de medio millón de hombres sobre las armas y poner a prueba decenas de nuevos armamentos de su industria militar, cuya producción creció de forma insospechada.
Así, lejos de debilitar a Rusia, tanto desde el punto de vista económico, con 13 mil medidas punitivas, como el militar, Occidente, y sobre todo Europa, parece sucumbir a una espiral armamentista, en medio del deterioro de la vida socioeconómica en esa última región.
Para ello, como “enemigo” ideal que compense exagerados gastos militares en tiempos de paz aparece Rusia, amante de la paz, pero defensora de sus intereses nacionales.
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