Muchas son las razones y motivos para festejar, por cuanto resultan innumerables los logros en todos los sectores de la vida social, política, económica y militar en este cuarto de siglo, que, desde su comienzo, estuvo en el vórtice de los planes imperialistas y aliados en el mundo, y de la ultraderecha nacional.
Aquellas palabras del líder bolivariano al juramentar como nuevo Presidente de un país sometido y dependiente de la política de Estados Unidos, el 2 de febrero de 1999, de “impulsar transformaciones democráticas necesarias” definieron un accionar que aún sigue siendo medular.
No solo para modificar toda una estructura de poder de más de un siglo, sino también como vía de subsistencia para reciclarse en medio de un mundo cada vez más cambiante y del que Chávez, y ahora Maduro, ocuparon y ocupan roles protagónicos en la reconfiguración geopolítica de la región y del mundo.
La contribución de Venezuela en todos estos años a la unidad de Gobiernos y pueblos de América Latina y el Caribe no ha sido menor, si se tienen en cuenta su papel en el nacimiento de mecanismos que tuvieron y tienen un valor extraordinario en los postulados de Simón Bolívar, José Martí y otros próceres.
Una de esas estructuras integradoras es la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), surgida de la mano del llamado aquí comandante eterno y del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, y que este año arriba a su XX aniversario.
El ALBA-TCP nació para contrarrestar la ofensiva imperialista a través del Área de Libre Comercio de las Américas, y como diría Chávez en 2001, se trata “de otro camino”, de otra búsqueda, “porque ciertamente la integración para nosotros es vital. O nos unimos o nos hundimos…”.
Las palabras del líder venezolano mantienen plena vigencia cuando en medio de las celebraciones, una vez más, Estados Unidos y sus aliados, arremeten contra la República Bolivariana e intentan, con chantajes, amenazas y ultimátum, frenar los avances y hacer sucumbir el proceso revolucionario.
Una peculiaridad de la Revolución venezolana y que no puede obviarse para cualquier análisis, ha sido el asedio permanente a través de una guerra multidimensional que incluyó sabotajes, intentos de magnicidios, invasiones, bloqueos, conspiraciones, medidas coercitivas, guarimbas y traiciones.
Con la siembra de Chávez en marzo de 2013, el acoso imperialista y de la extrema derecha nacional e internacional se ensañó contra Venezuela y el presidente designado y elegido por el pueblo, Nicolás Maduro, sobre quien recayó la furia de los enemigos de adentro y de afuera.
Venezuela fue declarada mediante decreto del presidente Barack Obama (2009-2017) como una “amenaza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos, lo cual condujo al paroxismo de la política agresiva.
Algunos datos pueden ilustrar someramente en el ámbito económico lo acontecido, al hablar de la aplicación de más de 930 sanciones que llaman “criminales e ilegales, la caída del Producto Interno Bruto en 642 mil millones de dólares hasta el año 2022 y el robo de 31 toneladas de oro, el equivalente a más de cuatro mil millones de la divisa estadounidense.
Todavía hoy 40 aeronaves del Consorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos S.A. y 39 buques de la empresa Petróleos de Venezuela siguen sancionados y la Banca Pública continúa bloqueada.
Maduro llamó “bombardeo económico” a la embestida, y pese a los avances y logros reconoce que falta mucho por hacer, y convoca permanente al diálogo en la búsqueda de consensos para, poco a poco, dejar atrás matrices económicas y otros males, a fin de consolidar el proyecto.
Diversificar la economía para la construcción de un nuevo modelo, otorgar mayor protagonismo al pueblo a través de leyes y el Poder Popular, consolidar la unidad nacional, defender la paz alcanzada y rechazar las sanciones, son hoy líneas de consenso y acción hacia el 2030.
La Revolución bolivariana celebra 25 años de victorias llena de aprendizajes, retos y metas importantes cumplidas y otras por cumplir, y un liderazgo colectivo con el pueblo que hacen del modelo de democracia participativa y protagónica una realidad indiscutible y perfectible.
Ya lo dijo uno de los más grandes latinoamericanos de todos los tiempos, José Martí: “El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.
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