Para Marie Haga, vicepresidenta asociada de Relaciones Externas y Gobernanza, del Fondo Internacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el ‘hambre es tanto una causa como un resultado del conflicto’.
En su artículo ‘Romper el círculo vicioso del hambre y los conflictos’ publicado en la página de ONU dedicada a la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios 2021, que se realizará en septiembre próximo, destacó que actualmente, alrededor de 20 millones de personas se enfrentan a la hambruna en Yemen, Sudán del Sur, Burkina Faso y el noreste de Nigeria.
‘El conflicto genera hambre. Puede desplazar a los agricultores y destruir los activos agrícolas y las reservas de alimentos. O puede perturbar los mercados, hacer subir los precios y dañar los medios de vida. En este círculo vicioso, el conflicto y la falta de alimentos rompen el tejido mismo de la sociedad y, con demasiada frecuencia, conducen a la violencia’, expresó.
Está igualmente bien documentado a través incluso de informes de países afectados presentados ante las Naciones Unidas, que las medidas coercitivas unilaterales, ilegítimas e ilegales, de un Estado para castigar o aislar a otro, son causas también de una mayor inseguridad alimentaria, de conflictos y desestabilización social.
Acciones que niegan el desarrollo con políticas de bloqueos económicos, comerciales y financieros, de las cuales son víctimas diversas naciones del mundo, como Siria, Venezuela, Cuba, Nicaragua e Irán.
‘El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo’ (Sofi2021), el cual atribuye el incremento del hambre al impacto de la pandemia, reconoce a los conflictos como una gran amenaza.
En esas naciones coinciden diversos factores, el primero de ellos es la condición de naciones pobres, eufemísticamente llamadas ‘en desarrollo’, con sistemas agroalimentarios muy sensibles a las precipitaciones, variabilidad de las temperaturas y dependencia de la agricultura.
Igualmente hace de las suyas el cambio climático y sus expresiones extremas de sequías e inundaciones, asociadas en buena medida al irrespeto a la naturaleza por inadecuados métodos de labranza y el uso de sustancias dañinas al medioambiente.
Una especie de danza de causas y efectos en la que están cada vez más presentes los elevados precios, inestabilidad del mercado, mayor desempleo, trabajo informal y precariedad laboral, unido a estallidos sociales.
En 2020, la pandemia de Covid-19 fue el factor principal de aceleración de la hambruna en el mundo, la cual afectó a 811 millones de personas, con un incremento diario de más de un millón, según el Sofi 2021 elaborado por cinco agencias de la ONU y publicado esta semana.
Más de la mitad de la población subalimentada (418 millones) residían en Asia, más de un tercio (282 millones) en África y unos 14 millones en América Latina y el Caribe.
El número de hombres, mujeres, niños y ancianos con hambre crónica pasó de 650 a 811 millones de 2019 a 2020, equivalente a 261 millones más en tan solo 24 meses, más otros 135 millones que también sufrieron ese mal de forma grave.
‘Un millón de personas por día’, sentenció David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos al comentar el informe y advirtió que ‘obviamente vamos en la dirección equivocada’.
Si no abordamos estas cuestiones de forma seria tendremos perturbaciones en las naciones e inmigraciones masivas, avizoró el experto e instó a responder de forma inmediata y hacer entender al mundo que esas cifras, son una ‘llamada de alerta’.
Fallaron, aunque propiciaron avances, los ocho propósitos de desarrollo humano fijados en el año 2000, el primero de ellos erradicar la pobreza extrema y el hambre, conocidos como Objetivos del Milenio, firmados por 189 países miembros de la ONU para conseguir en el 2015.
Ellos dieron paso a los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ODS), ya declarados por el Sofi 2021 como inalcanzables, e incluso advierte que para entonces puede que en el mundo 660 millones de personas estén pasando hambre, 30 millones de ellas como consecuencia de la pandemia en curso.
En el debate del documento de ONU, las intervenciones giraron en torno a la necesidad de tomar medidas contundentes y no titubear ante cifras tan abrumadoras.
‘Contamos con la experiencia, la pericia, necesitamos voluntad política y de fondos para asegurarnos que priorizamos a nuestros niños y al futuro de nuestro planeta’, opinó Beasley, al referirse a las instituciones del organismo internacional comprometidas directamente con el ODS 2, de Hambre Cero de la Agenda 2030.
Las esperanzas de impulsar acciones, mover conciencias y llegar a acuerdos están cifradas ahora en la cumbre, la cual se realizará junto con la Asamblea General de la ONU en Nueva York, y antes Roma será sede de una reunión preparatoria del 26 al 28 del actual mes.
Para los jefes de las agencias del organismo internacional autoras del informe, los resultados de ése y otros eventos como la Cumbre de Nutrición y la 26 Conferencia sobre Cambio Climático, ayudarán a unir esfuerzos para transformar los sistemas alimentarios y trazar el ‘compromiso mundial en materia de políticas todavía pendiente de cuajar’, como expresó Beasley.
La cita cimera está llamada a sentar las bases de sistemas alimentarios sostenibles para el futuro sustentado en la paz y la prosperidad. El hambre nunca se eliminará sin la paz mundial, dijo la experta del FIDA, al recordar una ‘resolución histórica’ del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2018. La humanidad espera.
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