En el experimento, los especialistas tomaron muestras de sangre de los participantes antes y después de 45 minutos de ciclismo con intensidad moderada y a otro grupo se le hizo lo mismo sin realizar ejercicio alguno.
Evaluaron si la actividad física alteraba la concentración de proteínas específicas en la sangre, precisó el científico Sam Orange en la Conferencia Anual de la Sociedad Fisiológica Physiology 2021.
Por último, añadieron la porción líquida de cada muestra de sangre que contiene las proteínas, conocida como suero, a células de cáncer de intestino en un laboratorio y controlaron el crecimiento de las células cancerosas durante 48 horas.
En opinión de Orange estar físicamente activo puede reducir el riesgo de padecer cáncer de intestino, incluso si la actividad física no conduce a la pérdida de peso.
Dichos resultados -puntualizó- podrían formar parte de la atención estándar en los programas de detección del cáncer de intestino, lo que podría reducir el número de personas que desarrollan la enfermedad.
Al mismo tiempo -agregó- ayudaría a la elaboración de fármacos capaces de imitar algunos de los beneficios del ejercicio físico.
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