El 22 de diciembre de 1961, recordó el investigador titular, tras su regreso de enseñar a leer y escribir a los campesinos de zonas apartadas y durante un acto en la histórica Plaza de la Revolución de La Habana, los jóvenes corearon: ‘Fidel, Fidel, ¡Dinos qué otra cosa tenemos que hacer!’
Luego de aquella consigna, una de las primeras surgidas luego del primero de enero de 1959, él contestó: ‘pues tienen que estudiar, el país precisa de muchas personas preparadas’ y fue por aquella época cuando creó el sistema de escuelas becadas para aquellos que no residieran en la capital.
En diálogo con Prensa Latina, Rodríguez también aludió a las múltiples visitas del desaparecido líder Fidel Castro a la Universidad de La Habana, mientras estudiaba la carrera de historia, y luego ya como profesor en el Departamento de Filosofía de esa casa de altos estudios.
‘Con frecuencia, llegaba por las noches y nosotros nos poníamos a hacerle guardia en la Plaza Cadena para esperar su arribo. En sus encuentros nos enseñaba el antidogmatismo y la amplitud del pensamiento. Él hablaba mucho pero también nos preguntaba’, reconoció.
El estudioso refirió que, en una de las visitas de Fidel, una académica interrumpió la clase y salió del aula con todos sus alumnos. Al conocer que la materia impartida por ella era filosofía, el líder le preguntó: ¿qué es el comunismo? y ¿qué pensaban los estudiantes de ese modelo?
Muchas veces dialogaba sobre temas y conflictos internacionales que no mencionaba en sus discursos públicos y también sobre otros medulares en la década de 1960 como la denominada Crisis de Octubre. Para el investigador titular aquella etapa constituyó una clase de educación política.
‘Quería conocer nuestras opiniones y qué haríamos ante determinadas situaciones difíciles. Incluso, nos decía: ¿quieren irse conmigo a la nueva planta de yogurt? Y estábamos con él hasta las cuatro de la mañana. Unas horas más tarde, acudíamos todos medio dormidos a las clases’, narró.
Lo más significativo de aquellos encuentros, sentenció Rodríguez, fue percibir la condición humana de Fidel; era además del dirigente que veían y ovacionaban en la Plaza más de un millón de cubanos, un hombre que advertía los problemas y señalaba, frente a aquellos jóvenes, las debilidades de su país.
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