De acuerdo con Wang Wenbin, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, Beijing mantiene operando con completa normalidad su embajada en Kabul porque constituye ‘un canal clave para los contactos entre los dos países.’
La prioridad del gigante asiático –remarcó- es asegurar ‘un aterrizaje suave’ en Afganistán, contribuir a que no haya una guerra civil con desastre humanitario y evitar a toda costa muertes innecesarias y una ola masiva de refugiados.
Wang consideró también que a muchos países les corresponde asumir la responsabilidad por los daños ocasionados durante los últimos 20 años, no abandonarlo a su suerte, ni pasar el problema a naciones vecinas ni a la comunidad internacional.
A raíz de la entrada del Talibán a Kabul el mes pasado, China dijo que ‘continuará apostando por relaciones de buena vecindad, de cooperación y amistad’ con Afganistán.
Sus empresas presentes allí se preparan para ampliar las inversiones una vez que comience la reconstrucción.
No obstante, la semana pasada instó a los talibanes a honrar su promesa de romper vínculos con cualquier organización terrorista, combatir al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental y dar solución a los problemas que obstaculizan el mantenimiento de la paz regional y el desarrollo de la cooperación.
Ayer Wu Jianghao, ministro asistente de Relaciones Exteriores, reiteró a Abdul Salam Hanafi, alto dirigente de los talibanes, la postura de Beijing de respeto a la soberanía, independencia e integridad territorial de aquel país.
También deseó el pronto establecimiento de la paz, la estabilidad y las condiciones para avanzar hacia la reconstrucción.
Según lo trascendido aquí, Hanafi afirmó que su movimiento nunca permitirá el uso del suelo afgano para amenazar los intereses y seguridad de China, sus entidades y personal.
También se manifestó a favor de ampliar la cooperación bilateral y aprovechar el contexto del proyecto chino de la Franja y la Ruta de la Sed, por considerarlo apropiado para el desarrollo y prosperidad de Afganistán.
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