Resultan imponentes sus dimensiones, con un área inicial en la entrada de 112 metros por 60, un patio hexagonal con estanques y un púlpito desde el cual un sacerdote ofrecía sacrificios a las deidades o dirigía alocuciones a los presentes.
Sus orígenes se remontan a un templo fenicio dedicado al dios Baal, al del sol, la tormenta y otras manifestaciones de la naturaleza.
Con posterioridad, asirios, persas, griegos y romanos construyeron sus propias edificaciones, una encima de la otra, para borrar las anteriores.Así, recibieron numerosas modificaciones y su denominación pasó de Hadad, Helios, Zeus hasta Júpiter Óptimo Máximo Heliopolitano.
En la era romana, la reconstrucción corrió a cargo de las órdenes de Julio César, continuada más tarde por Augusto y finalizada por Nerón, y se convirtió en el mayor templo pagano dedicado a Júpiter en ese imperio.
El impacto sobre el visitante resulta tal, que sus diseños compiten y quizás superan a las ejecuciones actuales más renombradas.
Una de sus curiosidades es la ausencia de cemento para las paredes o murallas, levantadas con piedras de manera milimétrica y que, pese a sismos, saqueos y el tiempo implacable, aún se mantienen en pie.
En la edificación de estos santuarios solo medió la sabiduría, el conocimiento y el estudio de aquellos antiguos, tanto así, que algunos sospechan que en realidad fue obra de extraterrestres.
mem/arc
(Tomado de Orbe)