Desde Prensa Latina, tal vez no me hubiese animado a relatar en primera persona lo que se siente al ver la pobreza exacerbada y la certeza de la inutilidad práctica de compartir alimentos con quienes seguirán en las calles sin soluciones a la vista para sus múltiples carestías.
Pero la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acaba de lanzar un gran pedrusco a la conciencia individual y colectiva, al publicar nuevas estadísticas sobre ese fenómeno consustancial a la lógica del capital, magnificado por la tendencia neoliberal de la globalización.
Alrededor de 931 millones de toneladas de alimentos producidos en el mundo terminan cada año en la basura, ello denota la urgencia de repensar patrones de consumo, dijo hoy el secretario general de la ONU, António Guterres, mediante su cuenta oficial en Twitter.
‘El desperdicio de alimentos es ambiental, económica y moralmente escandaloso. Debemos repensar la forma en que producimos y consumimos’, afirmó Guterres en alusión al más reciente reporte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Según estimaciones de la ONU, 235 millones de personas en todo el planeta necesitarán asistencia vital en 2021, es decir, un aumento sin precedentes del 40 por ciento en apenas un año.
Un reciente diagnóstico de la organización no gubernamental World Vision señaló que más de 19 millones de personas entraron en riesgo de sufrir hambruna como consecuencia de los impactos de la pandemia de la Covid-19, los conflictos y los desastres naturales.
Esta predicción equivale a un aumento del 50 por ciento de los seres humanos en peligro de inanición frente a la realidad de 2019, y constituye la peor crisis de hambre en décadas, expuso el informe Doble desafío de World Vision.
Desde diciembre de 2020, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) alertó que en 2021 aproximadamente 10,4 millones de niños sufrirían desnutrición aguda en República Democrática del Congo, el noreste de Nigeria, Sudán del Sur y Yemen, así como en la región del Sahel Central.
La totalidad de esos países y regiones de África experimentan graves crisis humanitarias mientras también lidian con una creciente escasez de alimentos, una pandemia mortal y una inminente hambruna, advirtió la agencia.
‘Para los países que se están recuperando de las consecuencias de los conflictos, los desastres y el cambio climático, la Covid-19 ha convertido una crisis nutricional en una catástrofe inminente’, dijo en aquel momento la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.
De acuerdo con la agencia, en la República Democrática del Congo unos 3,3 millones de niños menores de cinco años sufrirán desnutrición aguda en 2021, incluido al menos un millón con desnutrición aguda grave.
En el noreste de Nigeria, agregó el análisis, se espera que más de 800 mil niños padezcan desnutrición aguda en 2021, incluidos casi 300 mil con desnutrición aguda grave que corren un riesgo inminente de muerte.
También para Sudán del Sur es de esperar un mayor deterioro de la seguridad alimentaria, al contemplar a casi 7,3 millones de personas, el 60 por ciento de la población en situación de carencia aguda de alimentos, recalcó el estudio de Unicef.
Una encuesta oficial en Angola, realizada en diciembre de 2019 en los 10 municipios más afectados por la sequía, reveló que el 13,6 por ciento de los niños en Huíla, (59 mil 320) y el 12,9 por ciento (59 mil 300) en Cunene, padecían desnutrición aguda, como resultado en buena medida del déficit de agua en el sur del territorio nacional.
Los graves niveles de malnutrición se agravan aún más por el alza de la inseguridad alimentaria y la pérdida de medios de subsistencia, así como por las dificultades para acceder a la atención médica en el contexto de la Covid-19, opinó aquí la especialista Fanceni Balde, funcionaria de Unicef.
De no existir un cambio en los patrones internacionales de producción y consumo, como aconsejan expertos de ONU, nadie podría afirmar que en años subsiguientes el triste binomio entre hambruna y alimentos botados en la basura mostrará una correlación menos desfavorable en términos de supervivencia humana y preservación medioambiental.
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