En ocasión de celebrarse este lunes el Día Mundial del Agua para recordar la relevancia de este líquido vital, esa agencia de Naciones Unidas apuntó que muchas estrategias e inversiones para mejorar el acceso al agua potable y el saneamiento también podrían contribuir a los objetivos más amplios de sostenibilidad alimentaria.
Sin embargo, las políticas públicas, como los subsidios que favorecen a los monocultivos industrializados, o las contribuciones de respaldo al agua y la energía, pueden distorsionar los precios relativos de los mercados de alimentos y afectar la salud de los ecosistemas naturales.
El análisis de ese organismo sobre la necesidad del agua para los sistemas alimentarios sostenibles afirma que sin una gestión planetaria de la resiliencia de los recursos hídricos no será posible erradicar la pobreza y el hambre.
Precisa, además, que los alimentos y el preciado líquido son las necesidades más básicas y esenciales para la vida humana, en particular el agua desempeña un papel fundamental en todos los aspectos de los sistemas alimentarios, la producción, la elaboración, la preparación, el consumo y, en parte, la distribución.
El acceso a volúmenes esenciales y de calidad adecuada de ese recurso es fundamental para la seguridad de los sistemas alimentarios y la estabilidad de la sociedad, no obstante más de dos millones de personas viven actualmente en países con grave estrés hídrico, según Naciones Unidas.
Todo el Medio Oriente y Asia meridional, así como gran parte de China y África del norte, están especialmente afectados por ese fenómeno, el cual en todo el mundo tiene consecuencias para aproximadamente una de cada seis personas por estar expuesta a una grave escasez o insuficiencia de agua para la agricultura.
Asimismo, más de tres mil millones viven en zonas agrícolas con niveles altos o muy altos de escasez del fluido en detrimento de la agricultura de secano o de insuficiencia de agua perjudicial para la de regadío, incluidos dos mil 200 millones que prácticamente no disponen de ese recurso.
Dado que el abastecimiento de agua limpia y el saneamiento siguen siendo problemas importantes, el FIDA invierte en estrategias de usos múltiples del agua en las zonas rurales y productivas, como embalses o abrevaderos para el ganado y canales de riego.
Se trata de iniciativas que reconocen la trascendencia de los servicios ecosistémicos para el ciclo natural del agua, en busca de lo cual invierten en la conservación y rehabilitación de las cuencas hidrográficas a fin de mejorar la sostenibilidad de la producción de alimentos.
Es así que la agricultura se erige como el mayor usuario de las extracciones de agua dulce a nivel mundial, cuyo 70 por ciento se destina a los cultivos de regadío, la ganadería, la pesca, la acuicultura y la silvicultura, que en el caso de los países menos adelantados es del 90 por ciento.
Pero el aumento de la eficiencia del riego no es una prioridad en las agendas de las políticas agrarias, por el problema global del acceso al líquido y al saneamiento, por lo que el FIDA incentiva prácticas para mejorar la eficiencia y aumentar la productividad del agua y la construcción de infraestructuras resilientes al cambio climático.
Temas muy recurrente cuando precisamente este 22 de marzo el mundo hace un llamado a crear conciencia sobre la crisis que existe en torno a él y la necesidad de buscar medidas para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible referido al agua para todos antes de 2030.
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