Su riqueza arqueológica, en especial la que se concentra en la región maya en el sur, es la referencia que perdura en el tiempo de aquellas civilizaciones prehispánicas, las cuales demuestran la existencia de una cultura y un desarrollo de ciencias como las matemáticas y la astrología, no reconocidas por los conquistadores europeos.
El hecho de que, aún con las genocidas acciones de los europeos que diezmaron a las poblaciones encontradas en estas tierras, más de 500 años después perduren tantas lenguas y sus respectivos grupos sociales originarios, da cuenta de la resistencia de estos últimos a ser absorbidos por las costumbres de quienes ocuparon sus tierras.
El rico folclor mexicano, su variada, exquisita y multicolor cocina, sus bailes y trajes, las formas de vivir en comunidad en cada región, de expresarse y relacionarse, son indicativos de esa fortaleza no dominada por los invasores en su momento ni por la modernidad de nuestros días.
Las lenguas que más perduran o exhiben mayor fortaleza, sin embargo, no son muchas, y en ellas predomina el náhuatl, que proviene de una raíz nahua que significa ‘sonido claro’ u ‘orden’ y la hablan más de un millón y medio de personas.
Otras son la mazahuas, mixteca, pimas, tepehuas, pames, otomíes, amuzgas de Guerrero, popolocas, tojolabales, zapotecas, triquis, yaquis y coras. Las demás se usan en pequeñas comunidades. En el norte, centro y oeste persisten algunas de apaches, navajos, comanches y otros que hemos visto en los westerns de Hollywood.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), cada uno de los 68 pueblos originales habla una lengua propia, las cuales se organizan a su vez en 11 familias lingüísticas y se derivan en 364 variantes dialectales.
Hay un hecho curioso que llama la atención: aunque los censos vigentes no especifican la cantidad total de indígenas en México, la última encuesta indica que 25,7 millones de personas, es decir el 21.5 por ciento de la población, se autoadscribe como indígena y con mucho orgullo.
Más de 12 millones de habitantes (10,1 por ciento) señalaron vivir en hogares indígenas. También, el 6,5 se encuentra registrada como hablante de una lengua indígena, equivalente a 7,4 millones de personas.
Es una contradicción, pues mientras otros estudios de Inegi determinan que los indígenas son el segmento poblacional más pobre y discriminado socialmente, en cambio casi 40 millones defienden su origen nativo.
El asunto está en que los gobiernos de México tradicionalmente no se han ocupado del tema de los pueblos originarios a pesar de su importancia para el país ni de que es firmante del Convenio 169 de la OIT de 1990 en favor de los indígenas, y que en 1992 la nación se reconoció como pluricultural para lo cual modificó su Constitución.
Un problema grave que este gobierno no ha podido solucionar es que la violencia, el hambre, la miseria y la falta de atención han abonado a favor de una alta emigración de los indígenas hacia las ciudades, y es lo peor que le puede ocurrir a un grupo social cuyo hábitat es parte de su vida, de su identificación y su nexo con los antepasados.
Además del accionar de los cárteles de la droga, hay también problemas institucionales que, en el caso de México, atentan contra los muy frágiles grupos étnicos sobrevivientes, como es la invasión de la modernidad a sus hábitats que lo ven como ataques a la Madre Tierra que se deben detener.
Para ellos, la visión de desarrollo nacional también ha sido impuesta en los territorios indígenas a través de los grandes proyectos de infraestructura, sin considerar su participación, necesidades y aspiraciones, y los rechazan pues los aprecian como un riesgo a la supervivencia de los pueblos originarios y una profanación de lugares sagrados.
Esta óptica de una parte de los grupos nativos ha derivado en largos litigios legales no resueltos, una batalla muy difícil de vencer ante el arrollador paso de una modernidad avasalladora.
Al margen de ese conflicto, el gobierno actual defiende los derechos ancestrales de esas personas y la conceptualización de México como nación multicultural y pluridiversa.
Es lo que refrenda en esta nueva jornada dedicada a la Madre Tierra y con ella a los pueblos que crearon las bases para que las generaciones actuales pudieran llegar hasta hoy con un sentido de pertenencia muy fortalecido, y sus tradiciones originarias muy vivas.
agp/lma