Encabezado por el presidente de la nación, Andrés Manuel López Obrador, y la gobernante capitalina, Claudia Sheinbaum, en el acto estuvo la expresidenta de Brasil Dilma Rousseff, quien también pronunció un discurso por la magna fecha.
La ceremonia se realizó en el Museo del Templo Mayor, un complejo de construcciones, edificios, torres prehispánicas del adoratorio indígena, en la alcaldía de Cuauhtémoc, centro histórico capitalino.
Sheinbaum dio la bienvenida a los invitados y ofreció un resumen histórico de la emblemática capital azteca o altépetl sobre la cual se construyó la Ciudad de México tras la victoria militar de los españoles sobre los indígenas.
La gobernadora recordó que la grandeza de México proviene de aquellas culturas milenarias las cuales construyeron con su cosmogonía la idea de la educación pública, las matemáticas, los conceptos de la vida y la muerte y mucho de lo actual, pues la historia del país no es la de los vencedores genocidas, sino de las civilizaciones fundadoras.
Por su parte, Dilma Rousseff expresó su agradecimiento por la invitación y su alegría de estar presente en un México que renace y reconstruye una política de soberanía e igualdad.
Elogió al gobierno de López Obrador por su respeto a la historia en especial al reconocimiento de la fundación hace más de siete siglos en el lago Texcoco de una de las ciudades más deslumbrantes del mundo como México-Tenochtitlán.
La ceremonia fue clausurada por el presidente López Obrador quien hizo un apretado recuento histórico desde la construcción de Tenochtitlán lo cual fue el inicio de una etapa nueva y fecunda en la historia de México.
Las sociedades prehispánicas procedentes del norte se asentaron en Texcoco no solo para garantizar su sustento, sino desarrollar su potencial científico, arquitectónico, tecnológico, comercial y cultural, y crear un poderoso y avanzado estado que se extendió a toda Centroamérica.
Reprochó que traten aún de justificar la barbarie de los españoles presentando a los aztecas como salvajes y crueles, sin considerar que cada civilización tiene sus propias creencias y códigos, y nada de eso resta trascendencia a la civilización mexica ni oculta la furia destructora de los vencedores.
Hay evidencias de que los mexicas alcanzaron un importante refinamiento intelectual en ciencias como la astronomía, agricultura, la diversidad de alimentaria, las artes y otras ramas del conocimiento y Tenochtitlan era ya una ciudad grandiosa como reconoció incluso el propio Hernán Cortés.
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