En reiteradas ocasiones, el secretario general Naciones Unidas, António Guterres, ha advertido sobre los grandes desafíos que enfrentan muchas naciones africanas marcadas por enfrentamientos, extremismo violento, la inseguridad alimentaria y los problemas derivados del cambio climático.
La pobreza y el hambre se combinan con la desigualdad, los choques climáticos, las tensiones sectarias y étnicas y los agravios por la tierra y los recursos para provocar e impulsar el conflicto, señaló el titular al Consejo de Seguridad durante una reunión en marzo pasado.
Regiones como el Sahel, el Cuerno de África, Sudán del Sur, Yemen y Afganistán enfrentan desde hace años una persistente crisis de inseguridad alimentaria, que lleva a esas poblaciones al borde la hambruna.
A esto se suma, además, la crisis sanitaria desatada por la pandemia de Covid-19 y la precaria infraestructura que tienen varios países africanos para enfrentarla.
Frente a esta situación, Guterres llamó a abordar las causas profundas de los conflictos en esa área, e invertir muchos más en la diplomacia preventiva.
De acuerdo con el secretario general de la ONU, las misiones de paz más grandes del organismo multilateral se encuentran en África.
Siete de las misiones de mantenimiento de paz de Naciones Unidas se encuentran precisamente en ese continente: en la República Centroafricana, Mali, la República Democrática del Congo, el Sahara Occidental, Sudan del Sur, la zona del Darfur (híbrida con la Unión Africana) y la desplegada en la región de Abyei.
Un reciente informe sobre la fragilidad y los conflictos del Banco Mundial, arroja que una de cada cinco personas en Oriente Medio y África del Norte vive ahora en las proximidades de un conflicto importante.
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