Esa especie vegetal acuática de la Ciénaga de Zapatatosa es la materia prima para la producción de bolsos, mochilas, carteras, monederos, sombreros, canastos, abanicos, servilleteros, llaveros y tapetes, sin recurrir a elementos industriales durante la recolección y elaboración.
Según sus creadores el emprendimiento aporta numerosas posibilidades de comercio, de ahí el esmero en devanar, tinturar y tejer a mano los hilos de cada pieza, adornada con perlas, telas, semillas o pinturas, y vinculada a saberes ancestrales e historia.
El proceso comienza con la extracción mensual de ocho toneladas de tarulla en canoas; luego, en la propia ciénaga, lavan y retiran los residuos de tierra en las raíces y en las comunidades calientan la planta en una olla de metal, a una temperatura entre 85 y 95 grados, para alcanzar la suavidad del tallo.
El conocimiento de las artesanas colombianas que trabajan la guasca del plátano, ayudó también en el aprendizaje de habilidades como el secado, los tejidos y planchado de las fibras y, por consiguiente, el protagonismo de esos productos en el mercado local, regional y nacional.
Los productores aspiran a la conquista de espacios internacionales desde la combinación de la tarulla con otros materiales como cuero y telas, y emplean también esa especie vegetal en la confección de papel, bolsas, cajas, agendas y abono orgánico para las granjas aledañas.
rc/dgh