El coordinador humanitario en el país, Bruno Lemarquis, insistió en la necesidad de proporcionar ayuda de emergencia a los refugiados y permitirles lo antes posible regresar a sus hogares.
La protección de las poblaciones es una prioridad y resulta fundamental que los agentes humanitarios disfruten de un acceso sin trabas para asistir a las personas desplazadas, manifestó.
También alentó al Gobierno a abordar los síntomas, y atacar las causas de los problemas, en alusión al deterioro de la seguridad, que se disparó especialmente este mes con los enfrentamientos entre pandillas que empujaron a unas 10 mil personas a abandonar sus hogares en Martissant, Cité Soleil o la zona baja de Delmas.
La representación de Naciones Unidas, junto a integrantes de la Secretaría de Estado para la Integración de Personas con Discapacidad y la Dirección de Protección Civil, realizaron una visita conjunta a los desplazados de la zona baja de Delmas.
Muchos de estos ciudadanos huyeron la pasada semana de sus viviendas, luego que pandillas incendiaran un campo de refugiados del terremoto de 2010.
Tres semanas después de que comenzaran las tensiones entre bandas, el presidente Jovenel Moïse reconoció la víspera que el país ha estado en un ciclo infernal de violencia durante los últimos 18 años. ‘Un ciclo infernal de inseguridad. Y este ciclo, nos pone en una situación en la que todo el tiempo estamos obligados a apagar el fuego’, dijo tras arribar al país procedente de Turquía.
El mandatario pidió el apoyo internacional y la colaboración de todos los sectores de la sociedad para terminar con la violencia de las bandas armadas, aunque aclaró que no significa una nueva intervención de tropas extranjeras.
Según los informes de organizaciones sociales y de derechos humanos, al menos 50 personas murieron en el fuego cruzado de las pandillas desde el 1 de junio, y una decena de policías perdieron la vida durante los sucesos.
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