A pesar de las limitaciones impuestas por la pandemia de la Covid-19, Yarati se las ingenió para continuar el proceso educativo con sus estudiantes de una pequeña escuela en una apartada comunidad rural.
Miembro del pueblo originario Qom, la docente ‘asumió su compromiso con creatividad, innovación, empatía y solidaridad, brindando acompañamiento y contención socioemocional a las familias, tan necesarios en tiempos de crisis’, reseña el diario La Nación.
Primero intentó continuar las clases al crear un grupo en la plataforma de mensajería instantánea Whatsapp, pero solo el cinco por ciento de las familias tenía teléfono móvil.
Luego mediante la distribución de fotocopias de los materiales lectivos, iniciativa también fracasada al ser analfabeta la mayoría de los padres, por lo que la participación de estos en el proceso educativo de sus hijos fue descartada.
La continuidad de la enseñanza, señala el medio, fue posible en cuanto se restableció el transporte público, un empeño que Yaratí que considera muy importante para el futuro de su pueblo.
Como pueblos indígenas, dijo a la organización Juntos por la Educación citada por La Nación, estamos uniendo esfuerzos, conocimientos, recursos para proyectar todo nuestro ser, pensar, sentir, contribuir a una educación desde nuestro pueblo para nuestro pueblo, enriqueciendo con los demás saberes.
Necesitamos más espacio, agregó la maestra, recursos humanos y financieros para que ningún niño indígena, campesino, de zona rural o urbana, sea un índice de deserción o marginalidad.
Precisamente hacer valer el derecho a la educación es uno de los mayores retos de de los pueblos indígenas de Paraguay, cuya realidad muestra desventajas en el acceso y garantías del ejercicios de ese derecho reconocido en las leyes nacionales e internacionales.
La Red Latinoamericana por la Educación está compuesta por organizaciones de ese ámbito en catorce países latinoamericanos que trabajan por garantizar el derecho a una educación pública inclusiva, equitativa y de calidad.
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