A juicio de los observadores, la dimisión estaba pensada desde antes, aunque Hariri aparentaba formar un gobierno adecuado a los intereses de Arabia Saudita, Francia y Estados Unidos, comentó la agencia noticiosa Mehr.
Ante el fracaso de instalar esa alineación gubernamental, optó por hacerse a un lado y prepararse el camino hacia un puesto en el Parlamento.
Sauditas, franceses y estadounidenses rechazan la participación de Hizbulah (Partido de Dios), pese a que esa organización forma parte del gobierno y posee amplia presencia en el hemiciclo.
Hariri modificó la oferta de ejecutivo durante su encuentro con el presidente de la República, Michel Aoun, pero este último la rechazó al considerar inadecuados esos cambios.
Con anterioridad, el renunciante premier propuso un equipo de 18 carteras con tecnócratas ajenos a los partidos políticos y subió a 24 en su reciente versión de gabinete.
Esa fórmula la lanzó el titular del Parlamento, Nabih Berri, quien de alguna manera pretendía sostener la iniciativa del presidente francés, Emmanuel Macron, y acabar con el estancamiento político del país en medio de la peor crisis económica en décadas.
Sin embargo, no avanzó y la situación socioeconómica va de mal en peor con más de 55 por ciento de la población por debajo del umbral de la pobreza, estimado en 3,64 dólares diarios.
Reportes de última hora dan cuenta de un récord en la devaluación de la libra libanesa que se cotizaba a más de 23 mil por dólar estadounidense desde una tarifa oficial de mil 500 por billete verde.
Y al unísono, los precios se dispararon hasta niveles inalcanzables para 90 de cada 100 libaneses que ganan sus salarios en moneda nacional si acaso mantienen sus empleos.
Hariri carece del poder y el carisma de su asesinado padre, Rafik Hariri, y en la percepción popular y de los especialistas solo es una herramienta de Arabia Saudita, Francia y Occidente, los decisivos en el escenario político libanés.
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