Los funerales tuvieron un inicio accidentado con manifestantes en las afueras de la villa privada erigiendo barricadas de neumáticos, mientras exigieron que las autoridades hagan justicia por el crimen.
Los asistentes escucharon fuertes ráfagas de disparos, al tiempo que la Policía repelió a los disconformes con botes de gases lacrimógenos.
Los hechos provocaron que la representación de la legación estadounidense, encabezada por la embajadora ante Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, abandonara las honras fúnebres.
Minutos después regresó la calma y la ceremonia religiosa continúo sin mayores contratiempos.
En la homilía el cura criticó a todos aquellos que practican la matanza como profesión, esto ‘rebasa todo entendimiento del ser humano’, dijo el religioso.
Asimismo, apeló a la paz, la serenidad y rechazó la violencia como forma de obtener justicia.
Durante las exequias tomaron la palabra varios familiares del fallecido, entre ellos su hermana Marielle Moïse, que en un discurso entrecortado y emotivo, comparó a Moïse con el líder libertador Toussaint Louverture, que luchó toda la vida por la libertad de los más necesitados.
Por su parte, uno de sus hijos, Joverlein Moïse, aseguró que el exjefe de Estado tenía un compromiso con la verdad, y por eso sus ideas continuarán vivas después del trágico 7 de julio.
Los funerales contaron además con homenajes militares y civiles, y además de la entrega post mortem de la Orden Nacional de Honor y Mérito, en grado de Caballero, la mayor distinción del país.
En un discurso sereno de la ex primera dama, Martine Moïse, que recibió varios disparos durante el magnicidio, exigió justicia para quien murió ‘con mucha violencia’ por el crimen de ‘liberar al Estado de los oligarcas’.
‘Te han asesinado salvajemente, tú, que estabas en contra de la violencia, te conspiraron, te traicionaron y te abandonaron y te dejaron para que te mataran bárbaramente’, dijo la viuda y señaló a los oligarcas de organizar el ‘complot’.
Moïse es el quinto presidente asesinado desde 1804, cuando una revolución liberó a Haití del yugo colonial francés.
Su muerte a los 53 años, con signos de tortura y miembros desgarrados, avivó los sentimientos nacionalistas y regionalistas de la región del Gran Norte, del cual era oriundo.
El exdignatario fue enterrado junto a su padre, en la capilla familiar situada en la residencia de Quartier-Morin, a unos nueve kilómetros de Cabo Haitiano, la segunda ciudad en importancia del país.
Por el magnicidio la Policía arrestó hasta el momento a 26 personas, 18 de ellas de nacionalidad colombiana y cinco haitianos-estadounidenses.
La compleja trama del asesinato incluye a ciudadanos de Estados Unidos, Colombia, Ecuador y Haití, mientras el Gobierno de Washington admitió este viernes que entrenó al menos a seis de los integrantes del comando armado que ultimó al mandatario, aunque se desvinculó del crimen.
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