Parecía que llegaba luz ante la adversidad y los horizontes despejaban sus caminos para una nueva medalla, ahora en Tokio 2020, pero su codo izquierdo crujió tan alto que la ‘campeona’ gritó: ‘No más’.
Argentina sabía que la historia sería diferente a la vivida en Río de Janeiro 2016, cuando reinó en la división de los 48 kilogramos, porque a los 35 años su cuerpo no responde como antes, aunque la mentalidad ganadora alimente los anhelos y maximice los sentimientos.
Por eso, muchos de sus seguidores cargaban dosis de esperanzas; mientras los más escépticos callaban, callaban como toca cuando un inmortal es tema de conversación y el silencio deviene muestra de respeto por lo vivido.
Sin embargo, la burbuja de los anhelos explotó después de un inicio feroz, con rápidos éxitos sobre la sudafricana Geronay Whitebooi y la eslovena Marusa Stangar, en ambos casos por ippon, sin margen a dudas.
Luego llegó una derrota -esperada hasta cierto punto- versus la japonesa Funa Tonaki en las finales de su cuadro en el organigrama. Mas, el revés careció de significación cuando abandonó la zona de combate sin mover el brazo izquierdo.
Otra vez los albicelestes sufrían al observar los problemas físicos de sus deportistas en los grandes escenarios, y las imágenes de Ángel Di María, Fernando Gago, Juan Manuel Fangio, Juan Martín del Potro –entre otros-, regresaron entre recuerdos que igual exhibieron a Pareto llorando en el pasado… de felicidad.
Para más sal en la herida, la propia atleta relató frente a las cámaras del canal TyC Sports: ‘No sé cómo estoy porque no dejaron que me vea el médico’, y la impaciencia de sus gestos advertía la urgencia del asunto.
Horas después, en la tarde-noche en Tokio, madrugada en Buenos Aires, la graduada en la especialidad de traumatología apareció en el Nippon Budokan para enfrentar a la portuguesa Catarina Costa en la fase de repechaje.
Sin público en las tribunas, con extraños a su alrededor, Pareto, bronce en Beijing 2008, concluyó ahogada en un llanto arropado por una mascarilla blanca, e ilustró su calvario con una frase que no tiene desperdicio: ‘Hasta los muñecos de los entrenamientos me pegan’.
‘Pido perdón por no hacerlos tan felices como en Río’, pronunció ante los micrófonos en un acto que deja al desnudo su vergüenza, cuando el cuerpo dice basta y ella grita ‘no más’.
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