Ocultada entre vallas metálicas durante 780 días para protegerla de vandalismos mientras en su interior obreros anónimos cerraban fisuras como cirujanos para evitar un descalabro por afectaciones de sismos, el monumento consagrado a la independencia de México sale de terapia y cientos de personas disfrutan de su resurrección.
Sin aviso previo ni convocatoria, ciudadanos de todas partes asistieron hoy al acontecimiento compartiendo admiración con asombrados visitantes de las Américas o el lejano oriente, europeos y africanos, quienes vivieron la caída de las vallas metálicas como la liberación de un buque en la rampa de botadura.
Las enormes planchas soldadas entre sí y a una fuerte estructura de angulares que impidieron a agresivos manifestantes llegar hasta el monumento, cayeron pesadamente al suelo y dejaron al descubierto la magna obra de reparación en la parte exterior, aunque lo más impactante es el trabajo interior más dañado por los sismos.
Allí, en la denominada zona de las urnas, están los restos de los grandes de México.
Están los restos de Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, José Mariano Jiménez, José María Morelos y Pavón, Pedro Moreno, Víctor Rosales, Francisco Xavier Mina, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario, Nicolás Bravo y Mariano Matamoros.
La monumental obra comenzó a construirse el 2 de enero 1902 bajo el régimen dictatorial de Porfirio Díaz cuando se colocó la primera piedra, y se terminó el 16 de septiembre de 1910 en homenaje al centenario de la independencia proclamada por el cura Hidalgo con su Grito de Dolores.
En la ceremonia de inauguración se colocó en su interior el cofre que guarda el Acta de Independencia de México, así como una serie de monedas de la época.
Ya las parejas de enamorados, bulliciosos estudiantes, turistas de todo el mundo, podrán sentarse nuevamente en las escalinatas creadas por el arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado, recrear su vista en las esculturas y bajorelieves diseñados por el italiano Enrique Alciati, y dejar volar sus sueños en un remanso de tranquilidad que extrañamente parece enmudecer el ruido del intenso tráfico de autos.
Los fanáticos de los clubes de fútbol o de béisbol volverán a llegar en caravanas para festejar el triunfo de sus equipos, y los selfies se apoderarán del magno monumento, uno de los grandes referentes que identifican la gigantesca capital asentada en pleno centro de un valle circular extenso y casi perfecto, asiento de civilizaciones prehispánicas.
El 17 de agosto de 2019, por orden de las autoridades del gobierno capitalino, el Ángel de la Independencia fue amurallado, primero con paneles de madera que no resistieron el embate de manifestantes que los destruyeron, y posteriormente con las vallas metálicas que acaban de ser retiradas.
Ojalá que después de este esfuerzo de reconstrucción, quienes protestan, con razón o sin ella, respeten ese símbolo de la mexicanidad y la rica historia de este país.
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