El Premio Nobel de Literatura Andrés Gide escribió: ‘Todas las cosas ya se dijeron, pero como nadie escuchaba (salvo los independentistas), hay que repetirlas’.
Los seres humanos hacen su propia historia pero condicionados por poderosas fuerzas, en ocasiones apenas perceptibles, de la misma manera que las corrientes, las mareas y los vientos determinan la ruta y el tiempo que tardará un velero en llegar a puerto seguro.
Así sucede con el Partido Independentista Puertorriqueño, una institución política que se fundó para llevar la patria al puerto seguro de su independencia a través de lo que Gilberto Concepción de Gracia llamó ‘el camino menos doloroso’: la lucha civil y electoral por la libertad.
En esa lucha por la libertad hay que entender plenamente lo que está y lo que no está bajo nuestro control.
Las corrientes, los vientos y las mareas -los grandes acontecimientos históricos, mundiales y continentales- tienen vida propia y afectan nuestro destino, independientemente de la voluntad. Ya lo advirtió José de Diego, que Puerto Rico también es ‘parte de la bola del mundo’.
Durante el siglo XX el país estuvo a la merced de una poderosa corriente: el interés geopolítico militar y económico de la potencia más poderosa del siglo.
Desde la invasión norteamericana de 1898, la voluntad de los puertorriqueños fue un factor de menor importancia en la ecuación imperial. Como lo diagnosticó certeramente Pedro Albizu Campos, el interés primordial de Estados Unidos fue la jaula, no los pájaros.
Al presente, como demostró Vieques, luego de la Guerra Fría y en tiempos de sistemas y armamentos hasta ayer impensados, la utilidad estratégica militar de Puerto Rico para los Estados Unidos es cosa del pasado.
Los días del colonialismo, antidemocrático por definición y repudiado por la mayoría de los puertorriqueños, están contados.
La quiebra colonial, el exilio de más de la mitad de la población, el caso Sánchez Valle y la ley Promesa son las manifestaciones más burdas del colonialismo que ya perdió su viabilidad y utilidad aunque en Estados Unidos no exista todavía voluntad suficiente para desahuciarlo.
Y, como si no bastara, la colonia es la puerta abierta a la anexión como estado federado que Estados Unidos tiene que cerrar por ser contraria a su naturaleza de federación unitaria, no multinacional ya que independientemente de la existencia de minorías étnicas, ninguno de los estados constituye una formación nacional.
La estadidad -colonialismo con otra máscara para una nación latinoamericana y caribeña como Puerto Rico- es un fantasma y un mito. No solo por ser contraria a la naturaleza de la federación estadounidense, sino también a los intereses nacionales de los Estados Unidos debido a razones políticas, económicas, sociales y otras.
Son las razones que subyacen en la actitud renuente y las declaraciones negativas del liderato del Congreso, tanto demócrata como republicano, luego del plebiscito del 2020.
Por eso reitero: Ayer Lares, hoy Vieques, mañana Puerto Rico.
CONSTRUIR Y MANTENER
Lo que sí estuvo y está bajo nuestro control es construir y mantener, contra vientos y tempestades, el velero que llevará a la Tierra Prometida.
Al igual que sin pueblo, sin partido no hay independencia. Y es la fundación del Partido Independentista Puertorriqueño -de liberación nacional, por definición una fortaleza sitiada, cimentado luego de tres cuartos de siglo en la coherencia ideológica, y la unidad y cohesión organizativa y de dirigencia- lo que en el 2021 conmemoramos.
El PIP se fundó el 20 de octubre de 1946. En aquel tiempo los Estados Unidos, como consecuencia del inicio de la Guerra Fría, reafirmaba su voluntad de dominio sobre Puerto Rico. Era época de persecuciones y chantajes imperiales, de claudicaciones y colaboración nativa, y también de valor y sacrificio patriótico.
Los 48 años desde la invasión norteamericana del 1898, la presencia de José de Diego a principios de siglo, y luego la de Pedro Albizu Campos y los nacionalistas, y las luchas sociales de los años 30 y 40 estaban vivos en la memoria de los fundadores del partido.
Como en la de mi generación han estado presentes los años de la época luego de la Segunda Guerra Mundial y las décadas posteriores. En el Partido Independentista Puertorriqueño se conjuga más de un siglo de lucha por la independencia, la justicia social y los derechos humanos.
Encabezados por Gilberto Concepción de Gracia -amable y generoso, inquebrantable y prudente, sacrificado y perseverante- los fundadores del PIP fueron hombres y mujeres con sentido histórico y profético.
Esto les impedía someterse al chantaje imperial para que renunciaran a la lucha por la independencia y acataran la subordinación colonial como hicieron tantos otros. Para ellos la política era, en palabras de don Gilberto, ‘la más noble de las profesiones, el más alto sacerdocio’.
Tan firme era la fidelidad de los fundadores a los principios patrióticos que en el 1950 a raíz de la Revolución Nacionalista, dejando a un lado toda consideración de cálculo electoral y ante un clima de histeria y persecución, reunieron en Aguadilla a la Junta de Directores del PIP (compuesta por todos los presidentes de los comités municipales) y aprobaron una histórica Resolución que los honra.
Luego de responsabilizar al gobierno de San Juan y al de Estados Unidos por la persecución y por el ‘fraude y ultraje’ a la dignidad de Puerto Rico de la llamada Constitución determinaron:
‘Consignar el sentimiento del más profundo respeto del Partido Independentista Puertorriqueño hacia los compatriotas que han ofrendado y están ofrendando sus vidas por la causa de la independencia de Puerto Rico’.
Por eso, en la lucha por la independencia lo imprescindible es la perseverancia, la tenacidad, la dedicación constante y generosa de una vida, muchas veces a la sombra; no es el efectismo momentáneo, el relámpago fugaz y pasajero; es no frustrarse, ni cansarse, ni desesperarse.
Respecto a la independencia también ‘las cosas’ empiezan a levantarse. Así lo demuestra el histórico resultado de las elecciones del 2020.
PARA UNIRNOS AL MUNDO Y POR UN VERDADERO DESARROLLO La independencia es necesaria para unirnos al mundo y lograr un verdadero desarrollo económico con los poderes y flexibilidad de la soberanía. Así lo comprueban países más pequeños y con menos recursos que Puerto Rico -desde las Bahamas y Barbados hasta Singapur y Malta, entre otros, que luego de su independencia alcanzaron ingresos per cápita superiores a los nuestros.
Un país no se puede desarrollar plenamente con una mano amarrada a la espalda. Ese desarrollo no lo puede proveer la impotencia y subordinación de la colonia como lo confirma la realidad del país.
Tampoco la estadidad que constreñida por la camisa de fuerza de la uniformidad fiscal y el federalismo estadounidense, nos destinaría a mayor dependencia, convirtiéndonos en un gueto tropical.
Ante esas realidades, es más necesaria que nunca nuestra estrategia para la plena descolonización y desarrollo económico: lograr que tanto Puerto Rico como los Estados Unidos se enfrenten a la que Albizu Campos llamó ‘la suprema definición, Yanquis o Puertorriqueños’.
Ese es el camino. Como en Vieques, hay que presionar a los Estados Unidos desde Puerto Rico, desde la diáspora e internacionalmente por todos los medios disponibles.
En Puerto Rico, hay que constituir un gobierno que se atreva a causarle a Estados Unidos una crisis política. Eso no lo han hecho ni lo harán ni el PPD ni el PNP cuyos lideratos están consumidos por la gula presupuestaria.
Para constituir ese gobierno que Puerto Rico necesita es preciso obtener el respaldo electoral de los que ansían la descolonización, independientemente de sus preferencias de estatus, al igual que de los que aspiran a un gobierno honrado y eficiente.
De ahí que el PIP haya postulado durante décadas una Asamblea de Pueblo o Estatus. El programa de Patria Nueva para las elecciones del 2020 fue una versión actualizada de dichas ideas.
La Asamblea de Estatus -o un proceso análogo bajo ese u otro nombre- es, en su definición más sencilla, una institución compuesta por delegados electos en representación de las diversas alternativas descolonizadoras aceptadas por el derecho internacional. En afirmación del derecho a la libre determinación y con la encomienda de resolver el estatus en negociación con el gobierno de Estados Unidos y en consonancia con la voluntad descolonizadora del pueblo.
Cuando a través de esa Asamblea u otro mecanismo análogo se conozcan las condiciones y los procesos de transición de las alternativas disponibles y se tenga que decidir entre ser puertorriqueños o ‘americanos’, el interés mutuo y la independencia prevalecerán.
Siempre tengo presente la frase mal atribuida a Cervantes: ‘Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’ y la bien atribuida a De Diego: ‘De tanto recorrer los mares, tengo la frente acostumbrada a la tormenta’.
La garantía del triunfo de nuestra causa es la reciedumbre de la nacionalidad puertorriqueña, antillana y latinoamericana, esa flor que crece silvestre aún en la tierra infértil del dominio extranjero, pero que no puede florecer plenamente ni en los sótanos de la colonia ni en los museos folclóricos de la anexión.
Al conmemorar el 75 aniversario del PIP, aquí estamos rumbo a la Tierra Prometida; tocando el mismo cielo, llenos de esperanza, constantes, perseverantes con la obligación de honrar al partido como legado invaluable de los fundadores y fortalecerlo con tesón, lealtad y cariño, conscientes como Martí que: ‘Mientras todo no esté hecho, nadie tiene derecho a descansar’.
Repetimos con don Gilberto: ‘áA la lucha y a la Victoria!’.
arb/rbm
(*) Presidente del Partido Independentista Puertorriqueño