La Revolución frustró la relación de dependencia cultural, ideológica, política y económica que durante décadas mantuvo la nación caribeña con su vecino del norte, de acuerdo con el general de división (retirado) Fabián Escalante.
A juicio del estudioso sobre asuntos de la Seguridad del Estado, la dominación norteamericana hasta mediados del XX favoreció la dependencia económica durante el período neocolonial que terminó con la victoria del Ejército Rebelde hace 62 años.
“Esa es la causa de esta enemistad histórica”, aseguró a Prensa Latina el también autor de «La guerra secreta» y otros textos que documentan los numerosos planes subversivos organizados por la Casa Blanca contra la vecina nación.
DETERMINACIÓN POR LA INDEPENDENCIA
La confrontación entre Washington y La Habana se gestó desde el surgimiento de Estados Unidos como nación independiente y con la determinación de los cubanos y su sentimiento independentista, dijo.
En 1898, después de la guerra hispano-cubano-norteamericana, se produjo una segunda intervención en una Cuba devastada por la guerra.
“Los cubanos habían empeñado todo en la lucha, aportado su capital y los norteamericanos llegaron a coger los `mangos bajitos´ (de fácil alcance): establecieron sus empresas de servicio, para la producción de azúcar, de ingeniería y otros monopolios”, recordó.
Uno de los motivos fundamentales de la lucha de los cubanos por su independencia fue, no obstante, el factor cultural e ideológico.
“Se trató de la defensa contra la influencia norteamericana en la sociedad, por evitar ese proceso que de alguna manera se logró y llegó a transformar incluso el idioma castellano aquí”, añadió.
Ese diferendo situó a Cuba ante dos salidas en el siglo XX: su consolidación como nación soberana e independiente, libre de dominación extranjera, o convertirse en un apéndice del país norteño.
Como resultado, el proceso iniciado con el triunfo del 1 de enero de 1959 inculcó una cultura nacional de valores morales y éticos; “un hecho que Estados Unidos no va a perdonar nunca”, recalcó.
Washington puso en práctica desde entonces un modelo de agresiones de toda índole; desde planes armados, sabotajes y medidas económicas hasta actos terroristas con el único pretexto de abortar el proceso revolucionario, dijo.
DE AGRESIONES DIVERSAS A CAMPAÑAS TERRORISTAS
“Estos 62 años no solo han sido de lucha en el campo de las ideas, frente a la llamada guerra sicológica, sino también contra agresiones militares y terroristas documentadas”, aseveró.
Uno de los primeros ejemplos está en la orden ejecutiva firmada por el entonces presidente Dwight D. Eisenhower el 17 de marzo de 1960, que culminó en las arenas de Playa Girón -bahía de Cochinos, al centro sur de Cuba-, con la derrota de la invasión mercenaria organizada y armada por Washington.
A la par, la Agencia Central de Inteligencia, el Departamento de Estado y la Iglesia católica promovieron la Operación Peter Pan, una campaña desplegada entre 1960 y 1962 para aterrorizar a un sector de la burguesía.
“Se estima que más de 14 mil niños salieron de Cuba enviados a la nación norteña, muchos de los cuales jamás volvieron a ver a sus padres como consecuencia”, comentó.
Además, se desplegaron cientos de sabotajes como parte de la Operación Mangosta para conducir a la revuelta y al derrocamiento del Gobierno con acciones para dificultar el transporte marítimo hacia Cuba, el cultivo de alimentos y las ventas de níquel, entre otras.
Este programa, montado por el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos tras el fracaso de Girón, incluyó además planes de atentados contra el líder de la Revolución, Fidel Castro, y otros dirigentes del proceso.
“De enero a agosto de 1962 se ejecutaron en territorio cubano cinco mil 780 actos subversivos, terroristas, de asesinatos e incendios. ¿Si no se trata de una campaña terrorista, qué es?”, cuestionó.
El plan de acción comprendió 32 tareas divididas en la guerra económica y tareas políticas, militares, de inteligencia; y de subversión político-ideológica.
Posteriormente se agregó la guerra biológica con el propósito de utilizar un medio químico para afectar la vista a los macheteros y sabotear la zafra azucarera.
En esa misma línea, el propio Escalante documentó más de 634 conspiraciones y complots para asesinar a Fidel Castro desde finales de 1958 hasta el 2000.
Algunas de estas operaciones fueron reconocidas en el propio Congreso de los Estados Unidos, remarcó.
GUERRA MULTIFORME
En la última etapa, sin embargo, la política hacia Cuba se enfocó en sabotear el comercio exterior, las compras y cualquier vínculo con la nación caribeña, otra expresión de la guerra multiforme de Washington contra La Habana.
Esta concepción más “aséptica” de guerra económica tuvo puntos clave en los ´90 con la entrada en vigor de las leyes Torricelli, Helms Burton y otras que durante las últimas tres décadas sabotearon el comercio exterior cubano.
A juicio del experto, la administración de Donald Trump confirmó lo salvaje y brutal de esa modalidad con más de 240 medidas enfocadas en sectores estratégicos como el turismo, el arribo de combustible o contra las misiones médicas internacionalistas.
“No se trata solo de resolver el problema histórico de dominación con Cuba, se trata de mostrarle a América Latina y el mundo que eso es posible”, concluyó.
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(*) Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina